#1 Muchas gracias por tu comentario. Me alegro que te haya gustado.
Dijo Abascal el sábado pasado que, donde su partido tenga competencias en materia de cultura, hará lo que le parezca. Toda una declaración de intenciones. Malas intenciones. Sobre todo, si tenemos en cuenta un detalle: esa primera manifestación se cerraba aclarando que su programa cultural pasaba “por respetar las preferencias y los gustos de los españoles”. Leído lo cual, a quien suscribe le surge una duda: ¿qué españoles son esos de los que habla el líder de VOX? Porque, digo yo, españoles somos unos cuantos, y, cada hijo de vecino, tendrá sus gustos y preferencias particulares. Habrá españoles, incluso, que se sientan atraídos, un suponer, por la obra de la escritora británica Virginia Woolf. Y están en su derecho de entregarse a tal afición, por mucho que a la bancada de VOX la vena feminista y heterodoxa de la autora británica no le haga ni pizca de gracia.Pero VOX lo tiene claro: dónde tenga competencias en materia de cultura, impondrá su parecer. Y me barrunto que el anuncio viene con voluntad de censura pegada al dorso. No invento nada. Abascal se estiró en sus declaraciones dejando pistas de por dónde van los tiros. Refiriéndose a los partidos y militancia de izquierda, advirtió: “no hemos venido ni a asumir sus discursos culturales ni a pagar sus fiestas”, lo cual, traducido al cristiano, quiere decir que excluye a tales sectores de esa españolidad cuyos gustos y preferencias había afirmado poner por delante en la previa. Al hilo de semejante anuncio, y por buscarle tres pies al gato, me surge otra pregunta chinchosa: ¿acaso el señor Abascal considera españoles sólo a quienes comparten su ideario político? Eso es lo que cabe deducir de sus palabras sin necesidad de entrar en finuras dialécticas. Mal asunto. Y, lo peor, es que llueve sobre mojado.Volviendo a las declaraciones, no sabemos muy bien si con tales bravuconadas el señor Abascal pretendía meter el miedo en el cuerpo a la marinería de babor o, simplemente, tirarse en público el rollo de valentón para que lo jaleasen los suyos un ratito. En cualquier caso, ya que se anima a montar bulla con esa copla, el líder de VOX debería explicar, explicarnos a todos, cuáles son las manifestaciones culturales que, según su muy particular y excluyente interpretación de los colores del alma nacional, merecen el aplauso de la grada rojigualda. Más que nada por evitar suspicacias, confusiones y malentendidos. Me interesa mucho el detalle de la cuestión y conocer la lista de los proscritos que no caben en esa parodia de Parnaso, sembrada de fobias y hormonas, que nos propone como el sumun. Mucho me temo que van a ser legión. En cualquier caso, los hechos consumados ya nos han adelantado el nombre de la primera damnificada: Virginia Woolf.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2023/07/voluntad-de-censura-pegada-al-dorso.html
El Gobierno de coalición ha derivado en un carajal que tiene a la mayor parte del paisanaje sin salir de su asombro. Los ministros se dividen en banderías entre el rojo y el morado, se tratan abiertamente como rivales y discrepan en público sobre asuntos de lo más variado sin cuidarse de que le están quitando el trabajo a la oposición, la cual, de seguir las cosas en los mismos o peores términos, se ve tomando plaza en la Moncloa en el arco de pocos meses.El lío más sonado que enreda a los socios de legislatura es la ley del “solo sí es sí”. Por lo visto, el presidente, advirtiendo que la aplicación de la norma ha producido efectos indeseados y una alarma social que se traduce en fuga de votos, ha puesto pie en pared dando orden de corregir el texto. A Irene Montero le ha faltado tiempo para salir al quite. La ministra de Igualdad, secundada por el círculo prieto de sores que le da coba, ha manifestado su negativa a que se toque una sola coma del articulado; faltaría más. Pero el proceso de revisión ya está en marcha. Exigencias del guion electoral de Pedro Sánchez. Punto. Eso le deja a la ministra poco margen de maniobra. En realidad, le deja sólo dos opciones: o transige con la reforma -vaya papeleta- o cuaja su malestar presentando la dimisión. A lo segundo ya ha dicho nones, alegando que ella tiene la obligación de mantenerse en el cargo para seguir sosteniendo las causas del feminismo y del colectivo LGTBI. O sea, traducido al cristiano, que la lideresa morada piensa aceptar el trágala -está por ver si rebajado o no con uno spruzzo di soda- haciendo toda suerte de asquitos para evidenciar, eso sí, un malestar que, por otra parte, no le impide seguir disfrutando tan ricamente cada mes del líquido de su nómina. Está claro que lo cortés no quita lo valiente.Menos relevante que el caso anterior, pero significativo del mal rollo que se traen los socios de legislatura y, sobre todo, mucho más divertido de cara a la galería, ha sido la irrupción en escena de Lilith Vestrynge, sublideresa de Podemos y Secretaria de Estado de Agenda 2030. A la segunda de Ione Belarra no le han gustado las modificaciones introducidas por el PSOE en la ley de Bienestar Animal y, para dejarlo claro, ha editado un video que muestra a Pedro Sánchez transmutándose en Santiago Abascal como castigo por ponerse de parte de “los que maltratan a sus perros”. Por si a alguien se le escapa el detalle, la comparación pretende ofender mazo, porque para la izquierda que milita en el extremo, y no tanto, Abascal es como un demonio rabilargo y cornialto que lleva el aguilucho de San Juan -marca de la Bestia- tatuado en el pompi. Lo peor, vaya. Yo no sé si a Pedro Sánchez, que tiene miras de pasar a la Historia como colmo y guinda del progresismo, verse metamorfoseado, vía Twitter, en la figura de un satanás postfranquista le habrá hecho maldita gracia. En cualquier caso, y por lo que se refiere a la Vestrynge, hay que ser muy corajuda, o una insensata de tomo y lomo, para tocarle la moral con pamplinas de ese calibre a un tipo tan soberbio como Sánchez, máxime cuando lo tienes de mandamás y le debes, en última instancia, tu flamante y bien remunerado puesto ministerial.Viendo estos episodios, y otros cuantos del mismo tenor que me resisto a enumerar porque me vence la pereza -que, en mi caso, es una galbana que apunta lejos-, da la impresión de que este Gobierno se ha roto por las costuras. Para mí que, el día menos pensado, se le desparrama el mondongo a los pies, aunque ya se cuida el monstruo de tenérselo dentro poniéndole a la herida veinte grapas, mercromina a tutiplén y tres vueltas de celofán. Lo que sea con tal de seguir haciendo de tripas corazón hasta las próximas elecciones.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2023/02/un-carajal-de-gobierno.html
El otro día, miércoles por la noche, la Secretaria de Estado de Igualdad y Violencia de Género, Ángela Rodríguez, alias “Pam”, no tuvo su mejor momento. Participaba en un podcast titulado “Feminismo para todo el mundo”, que tiene, visto el título, pretensión ecuménica, cuando, en un momento dado, no encontró mejor ocurrencia que bromear sobre el número de beneficiados por la rebaja de penas que ha propiciado la aplicación de la ley del “sólo sí es sí”. El tono de la intervención, entre jocoso e irónico, fue más propio de una cháchara informal entre colegas, donde vale cualquier barbaridad regada con espumosos, que de una charla metida en razón. Para completar el cuadro, a reírle la gracia, dos asesoras del ministerio, que redondearon la faena con exclamaciones del mismo tenor.El corte de la charla, aventado como siempre por rivales e indignados, corrió en las redes sociales y en los medios de comunicación como la pólvora. Ante el revuelo, la susodicha, aprovechó una entrevista en la TVG para pedirle a la audiencia que tuviese en cuenta el ámbito en el que había tenido lugar su intervención, diferenciando entre un foro serio y un podcast en el cual se abren espacios para el sarcasmo libres de los rigores de la etiqueta. O sea, que la polémica, en realidad, es fruto de que la gente carece de talento para hacer distingos. Mucho morro. Ella sabe, aunque lo oculte con sofismas poco trabajados, que una Secretaria de Estado –su caso- se viste de tal desde por la mañana, y lo hace de Prada a costa del común, lo cual implica que, a fin de justificar el gasto –nos sale la cosa a cojón de pato-, no puede soltar el lastre de la responsabilidad ni perder la compostura hasta que la rinda el sueño en su cama. A las malas, ni siquiera eso. Una dignidad tan campanuda, le recordaba Elena Valenciano, lo es veinticuatro horas al día o, dicho de modo más oficioso, tiene “dedicación exclusiva”. En virtud de esa circunstancia, la ley que regula el ejercicio de los altos cargos de la Administración General del Estado pone coto a cualquier actividad que pueda entrar en conflicto o menoscabar las obligaciones a la que están sujetos. En el caso de Ángela Rodríguez, no sé yo si ceder en público a desahogos irónicos que irritan o escandalizan a unas víctimas cuya tutela tiene encomendada cumple esa exigencia. Me da que no.Sin embargo, hay que reconocer en honor a la verdad que, cuatro días después de montarse el follón, nuestra Excelentísima hizo un esfuerzo -obligada a regañadientes, sospecho, por la reprobación de cuatro ministras- para salir al ruedo mediático a simular una especie de disculpa pública. La cosa se quedó en media disculpa porque la soberbia, que se ha convertido en una de las señas de identidad del stablishgirl ministerial, obliga a vericuetos dialécticos que pasan de forma invariable por mentar la bicha -fascismo o extrema derecha- a fin descargar sobre sus lomos, a palos, los pecados y yerros propios. Sin embargo, por mucho énfasis que ponga en ese empeño, en lo que se menta aquí del podcast poco tiene que ver ni la extrema derecha, ni la derecha derechona, ni la derechita cobarde, ni la madre que parió a todas las derechas. En este caso, si tiramos de moviola para volver a la raíz de la polémica lo único que encontramos es una Secretaria de Estado que, dejándose llevar por un espíritu dicharachero, mide mal los terrenos de lo conveniente y mete la pata hasta el corvejón. Tutto qua, que diría un italiano.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2023/01/la-salida-de-tono-de-angela-rodriguez.html
Pedro Sánchez ha señalado que una de las cosas por las que pasará a la Historia es por haber exhumado los huesos del dictador Francisco Franco. Tal cual; sin asomos de modestia. O sea, que ya se ve elegido por la musa Clío para ocupar un renglón notorio en el rollo donde se escribe el devenir humano. Tela, telita, tela. Ahora me explico los posados en el Falcon con camisa de blancura inmaculada, corbata oscura lloviznada de puntitos, gafas de sol con lentes polarizadas y gesto serio de estadista grande. Eran fotografías tomadas para la posteridad; un testimonio icónico de su paso por la Moncloa. A Pedro Sánchez lo inspira un afán trascendente que asoma la nariz en cuanto las endorfinas se le van de madre, lo cual viene a ocurrir cada dos por tres. Probablemente, fue durante uno de esos episodios espiritosos cuando se le ocurrió la idea de darse aires de figurón histórico protagonizando un documental que toma como argumento su papel al frente del gobierno. Como siga por esos derroteros, el día menos pensado se nos arranca a hablar de sí mismo en tercera persona, igual que el Julio César de Asterix. Tiempo al tiempo.Y ya que hablamos de romanos, me viene en mente una costumbre que se estilaba en la ciudad del Tíber en tiempos de los Césares. Cuando un general victorioso celebraba un triunfo desfilando por las calles de la Ciudad Eterna, le ponían detrás un esclavo para que le fuese repitiendo durante el trayecto “Respice post te! Hominem te esse memento!” (“¡Mira tras de ti! ¡Recuerda que eres un hombre!”, según traducción de Google), frase que le recordaba las limitaciones de la naturaleza humana a fin de prevenirlo contra la soberbia. La cosa viene a cuento porque no me imagino yo a Pedro Sánchez dejándose amonestar por un subalterno con puntillitas de ese tenor. Él accedió a la presidencia con la intención de hacer valer sus ínfulas de mandamás y no parece que vaya a consentir que nadie le baje ese soufflé con pamplinas. Antes roto que sencillo. Para mí que, siendo todavía un niño, dejó seco de un zapatazo al pepito grillo que lo llamaba a la humildad, atentado que selló a las malas un destino en el que le decía adiós a cualquier filtro contra la arrogancia. Y de esos polvos, estos lodos. A la postre, el personaje nos ha salido todo vanidad, desde las plantas de los pies hasta la coronilla, llegando su engreimiento a tal punto que ya se vislumbra elevado a los altares de la eternidad por obra y gracia de una Historia que se rinde a sus encantos.Sin embargo, ese presunción pincha en hueso. Nadie sabe lo que guardará el futuro del pasado. A lo peor, en virtud de sus méritos, Pedro Sánchez podría ingresar en el panteón de hombres ilustres por su soberbia, como Tarquinio, lo cual tendría su gracia; pero hasta eso lo tiene difícil. Si algo enseña la Historia es que la mayor parte de los mortales dejamos un rastro efímero que el tiempo elimina sin mayor dificultad. Los cementerios están llenos de gentes cuya fama se fue diluyendo en las aguas hambronas de los siglos sin dejar para la posteridad otro recuerdo salvo un nombre sobre el mármol. También Pedro Sánchez, muy posiblemente, tendrá que pedir la vez para ocupar su puesto en la fila de los damnificados por mucho que le duela. Torres más altas han caído. Teniendo en cuenta lo mucho que pesa el olvido, me arriesgo a vaticinar que en cuatro generaciones, cinco a lo sumo, a nuestro presidente actual no lo conoce ni el tato. Y no le va a librar de ese destino el asunto de haber movido un revoltijo de huesos entre Cuelgamuros y Mingorrubio.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2022/12/antes-roto-que-sencillo.html
Lo que más le pone a Irene Montero es vestirse de raspa desde por la mañana. El viernes pasado, con motivo de las primeras reducciones de penas por delitos sexuales producidas en aplicación de la nueva ley del “solo sí es sí”, la ministra, que no había previsto esa eventualidad, se tomó muy a mal lo sucedido y montó una tremendina de las suyas. Apareció en los medios como suele, más cabreada que una mona que diría un castizo, y no tuvo mejor ocurrencia en ese estado de enajenación transitoria que emprenderla contra los jueces. Que no entienden de qué va la cosa, dijo; que se dejan llevar en sus sentencias por una mentalidad machista que ensucia el espíritu de su ley; que deberían ser internados en un campo de reeducación para que aprendan cuales son los principios que han de regir la justicia en los tiempos que corren. Esto último no sé si lo dijo tal cual o se sobreentiende en el contexto de su diatriba. En cualquier caso, la frase podría pasar por verdadera dado que la ideología extremosa de nuestra ministra lleva de serie en el código genético la querencia a recluir en gulags a reticentes y heterodoxos.Me parece a mí que Irene Montero paga con quien no debe la frustración de ver su ley haciendo aguas. El sentido común, que es una especie rara de ciencia infusa a la que nos confiamos la gente normal para evitar líos y salir de apuros, sugiere que, si una ley produce esperpentos jurídicos en su aplicación, lo más probable es que falle algo en el texto de la norma. Sentido común, ya digo, que en este caso se pone de parte de la opinión previa del Consejo General del Poder Judicial para el cual, a la vista del anteproyecto que le sometieron a examen en su día, la cosa estaba mal cuajada y podría derivar en las anomalías que hoy vemos. Eso no fue obstáculo para que la ministra, aun avisada de los peligros, decidiera seguir adelante con la ley de marras sin variar una coma. La verdad, Irene Montero tiene un carácter imposible. Pertenece a ese tipo de personas, devoradas por la soberbia, que no admiten que nadie les señale una falta y, menos aún, que les enmienden la plana. Ella es muy reinona en lo suyo y, puesta a elegir, prefiere hacer caso omiso de las advertencias ajenas y fiarse solo de la camarilla que le da bola y le dice amén a todo. Así ha salido el invento.En plena escandalera, lo que les pide el cuerpo a muchos es cargar las tintas contra Irene Montero. Normal. También a mí me viene esa tentación por oleadas. Me parece una ministra escasita, sectaria y malencarada a la que resulta fácil echarle las culpas de casi cualquier cosa. Sin llegar a tanto, lo que no se le puede negar es un papel protagonista en el follón que nos ocupa; protagonismo que comparte al alimón, o casi, con quien, teniendo el mando, le otorgó su confianza y puso a su disposición un ministerio en dónde realizar ensayos de demiurgia. Me refiero a Pedro Sánchez, claro. Fue él quien la nombró ministra y a él le toca ahora, en consecuencia, tomar cartas en el asunto y disponer lo necesario para corregir las deficiencias de una ley que ha producido salpullidos al tocar tierra. Dijo Giulio Andreotti en cierta ocasión -o se dice que lo dijo- aquello de “gobernar no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan”. Pedro Sánchez haría bien en darle dos vueltas largas a esa sentencia. Lo digo porque en su gobierno abundan los ministros que le tienen cogido el gusto a liarla parda. La que más, Irene Montero, que ya arrastra piedras en su currículum como para hundir el crédito de cualquiera. Y es que ella misma, con toda su mismidad rota a hervir, es una fuente inagotable de problemas y discordias. Justo por eso, porque resta más que suma en un gobierno necesitado de aciertos, se ha ganado a pulso que su superior, siguiendo la máxima de Andreotti, la haga callar poniéndole el cese por delante. Y, sin embargo, ahí sigue en su puesto. Ver para creer.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2022/11/escasita-sectaria-y-malencarada.html
Pedro Sánchez se ha puesto estupendo y ha decidido regar el solar patrio con una lluvia de millones que tiene como objetivo fundamental limar asperezas con esa parte del paisanaje que antes lo tenía en buena estima y, ahora, en cambio, lo mira con recelo. Pedro Sánchez parece dispuesto a dejarse un potosí en el intento de recuperar el cariño -y donde digo cariño digo voto- de sus conciudadanos. La situación de partida se presenta chunga habida cuenta de que el presidente cotiza, ahorita mismo, a la baja. Eso dicen las encuestas, aunque el C.I.S., que se dedica en los últimos tiempos a enmendar a todo Cristo, diga justo lo contrario, o sea, que Pedro Sánchez cuenta con el favor incondicional de buena parte del país y que llegará sobrado a las próximas elecciones. José Félix Tezanos, en calidad de director del observatorio, se lo curra para hacer méritos ante el jefe supremo siguiendo a rajatabla aquella vieja fórmula acuñada por Bertrand du Guesclin: ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor. Lo mismo acierta sus pronósticos, quien sabe, aunque sea de chiripa. Por si acaso, nuestro presidente, que no se fía ni de su sombra -menos aún de un C.I.S. que se obliga a rendirle homenaje contra los vientos y las mareas de la opinión pública- ha pensado poner todos los recursos del Estado a su servicio a fin de que la próxima cita de los españoles con las urnas se resuelva a su favor. Un sujeto como él, tan pagado de sí mismo que se concibe en su fuero interno sin verbo ni predicado, no contempla la posibilidad de que una mayoría ciudadana pueda darle boleto a las primeras o a las segundas de cambio. Él, tan guapo-guapo, tan telegénico, tantán de todo, no valora otra opción salvo salir a hombros por la puerta grande de las Generales con una victoria holgada y dos orejas de regalo, como los toreros en las tardes de gloria.El porrillo de asesores que hormiguean en los aledaños de la Moncloa, y en la Moncloa misma, trabaja afanosamente en maquinar de qué forma se le puede sacar mayor provecho al gasto con vistas a conseguir ese objetivo. Después de mucho discurrir y devanarse los sesos, que para eso les han puesto piso, han tirado por lo fácil para ponerse de acuerdo en dos sentadas largas. Acuerdo de máximos, se entiende; o sea, de dispendio a lo loco. Lo mejor, según ese gremio creciente de eventuales, es repartir el maná del presupuesto público a pellizquitos entre el común para tener comiendo de la mano, o casi, a una muchedumbre agradecida. El problema es que suma que te suma, de poco en poco, muchas veces, el resultado final de la cuenta asciende a una pasta gansa que deja las arcas pelonas. Un pastizal, que dicen ahora. Pero, bien mirado, ¿a quién le importa el dinero? Lo importante de verdad es que cale en la opinión pública la idea de que nos gobierna un líder providencial y providente dispuesto a restaurar el orden natural y justo de las cosas que una confabulación masónico-liberal ha puesto del revés. En ese plan, se pueden librar millones a tutiplén sin pasar por derrochones. Yo estoy por seguirles el rollo hasta el final para ver si puedo sacar tajada. El verme reducido a paganini de un jolgorio que nos va a dejar en pelotas y tiritando ha liquidado mis escrúpulos previos -juro que los tenía- a la vez que ha disparado la proyección de mi alter ego más pesetero y oportunista. Lo cual viene a significar que tengo un plan; en realidad, una propuesta. Ahí va: a cambio de un convoluto que me permita liquidar el pico largo de hipoteca que todavía tengo pendiente de pago, pongo mi voto a disposición de Pedro Sánchez. Tan mal como suena, sí señor, pero lo he cavilado a fondo. En cualquier otra circunstancia, quiero decir, con otro inquilino en la Moncloa, no me haría ilusiones de prosperar por esa vía, pero a Pedro le tengo confianza: ha demostrado que, a la hora de gastarse el capital ajeno, o sea, el nuestro, no hay tipo tan rumboso como él siempre que le pueda sacar algún provecho al desembolso. Y, ahí, justo ahí, es donde mi propuesta puede tocarle la fibra. Por cuatro perras chicas no creo que me niegue el trato.Yo, por si acaso, dejo fijado el precio de mi voto: barato, barato. Si la cosa cuela, que ojalá sí, a más de uno se le van a caer los dientes de la envidia.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2022/10/se-vende-voto-razon-aqui.html
Apenas deja uno atrás las quebradas de Despeñaperros y se interna en antiguas tierras de la morisma, los olivos dibujan sobre la piel de la tierra un paisaje a rayas que tiene mucho de industrioso y poco de campo bravío. En Jaén, se han pasado sus buenos siglos poniendo olivos a poco que hubiera suelo y trabajándolos, como aprendió cada cual de sus mayores, para obtener un fruto que, luego, a fuerza de prensa e hilando fino con alquimias de ritmo lento, da lugar a ese aceite virgen extra que se viste de verde y oro cuando lo embotellan. La memoria no da para echar cálculos del tiempo que llevan los naturales de por allí afanándose en esa tarea. Siglos enteritos y un buen pico, sin exagerar, incluyendo en la cuenta un cambio de era al que le pilló la cosa ya adelantada. Tanta labor, como no podía ser de otra manera, ha dejado su impronta en el paisaje, conformándolo según los patrones de una agricultura que pide escuadra y cartabón para tirar líneas; también en los olores, que le imponen al entorno fragancias no siempre delicadas; lo digo mayormente por el alpechín o jalima, claro, un residuo líquido de color negruzco, derivado del proceso de producción del aceite, que huele a pestes más que a rayos, sobre todo cuando aprieta el calor. Otra cosa tiene el olivo que no lo favorece: su mala sombra. Penita da verla. Y todo por culpa de una copa desmadejada que no acierta a cerrarle al sol las vías de las que se sirve para cumplir su aspiración de tocar suelo. De resultas, los rayos del astro rey se filtran a través de las hojas, como dardos, dejando flechado, igual que a un san Sebastián, a todo cristiano al que se le ocurra, que ya es ocurrencia, protegerse de la chicharrera bajo la arboladura de sus ramas. Le falta a la sombra del olivo, raquítica y despeluchada, lo que le sobra a la del castaño, o sea, unas apreturas que no le dejen resquicios al Lorenzo para andarse con juegos. Por ese motivo el castaño resulta un árbol muy propicio para combatir las calorinas estivales mientras el olivo se queda corto en esa misma tarea. No podemos pedirle al pobre imposibles. Ya resulta un milagro que soporte sus penas sin quebrarse, porque bajo la corteza le bulle un fondo de mucho tormento que lo lleva a retorcerse como un ángel caído. Esa es la razón por la que, cuando lo ponen a formar filas dentro de una hilera, crece echando los brazos al cielo con mucha desesperación y aullando un quejío silencioso, que, de tener voz, cantaría por martinetes o seguidillas. Su alma leñosa es toda ella un ovillo de nudos y escorzos que mezcla la savia con el reconcomio de soportar, año tras año, que le devuelvan los favores de su prodigalidad bajándole la carga a palos.La cosa viene de antiguo porque el olivo, ahí donde lo vemos, es un árbol milenario cuyo origen, que sabemos antediluviano gracias al relato de Noé, no se ha visto libre de adornos literarios que dejan siempre en el tintero, queriendo o sin querer, cualquier mención al inicio de los maltratos. Allá por el siglo V a. C., en el Ática y aledaños se creía a pies juntillas, o eso daban a entender sus naturales a los forasteros, que el olivo lo había introducido en la región la mismísima Atenea, divinidad olímpica a la que le distinguían, entre otras cualidades, sus refrenos de puritana. El relato continuaba diciendo que los lugareños, por agradecerle a la diosa un regalo que les abría las puertas del comercio internacional y de la alta cocina mediterránea, decidieron proclamarla oficialmente su patrona así como ponerle al poblachón de calicanto y barro que habitaban el nombre de Atenas en su honor. Al menos eso dice la leyenda, a la cual, como al resto de fábulas y hablillas de la Grecia clásica, hay que concederle el crédito justo porque es bien sabido que los homeros y los hesíodos de antaño cargaban cualquier tontuna con tintes mitológicos para tirarse el pisto de poetas ante sus enemigos persas, ¿o no eran persas, todavía, sino una purrela de pueblos bárbaros?En realidad, tanto da que da lo mismo que los tales fueran persas, tirios, troyanos o bárbaros del infierno porque, en Jaén, que es el epicentro por dónde comenzaron y siguen mis divagaciones, el común no se ocupa de movimientos de pueblos rayanos con la prehistoria ni se alarga contando milongas sobre diosas vestidas con peplum. Ya tienen bastante con ocuparse de lo suyo, principalmente del olivar, que es un bien inestimable al que hay que tratar con mucho arte arreándole las tundas justas a su debido tiempo para aliviarlo de peso y volverlo a su ser. Más de uno se ha dejado los lomos en esa tarea lo mismo que otros han sudado la gota gorda en el afán de agrandar el patrimonio olivarero poblando con un sinfín de plantones tanto las cuestas de los cerros como el fondo de los valles. El esfuerzo ha merecido la pena y gracias al olivo el espacio jienense -Despeñaperros abajo- viste hoy una piel verdeoliva que se extiende en todas direcciones otorgándole al paisaje hechuras de tierra próspera y amena.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2022/07/olivos-de-jaen.html
El cine bélico tiene su punto. Hay algo en el desarrollo de la acción que nos pone a mil: desembarcos a tumba abierta en playas ocupadas por enemigos, soldados reventados que te salpican con la vida recién perdida, duelos en las alturas entre aviones que se buscan la cola los unos a los otros, fuego artillero batiendo trincheras fangosas que son el preludio de la tumba... Un largo etcétera de episodios violentos que elevan nuestros niveles de adrenalina a la par que hacen menguar la provisión de palomitas. Lo bueno es que, una vez acabada la sesión, se encienden las luces de la sala rompiendo el hechizo de una realidad fingida y devolviéndonos a nuestra vida ordinaria sin un solo rasguño.A veces, sin embargo, la guerra no es un episodio de hora y media en la pantalla sino la realidad palpable de muros abatidos y la perspectiva, más que probable, de dejarse el pellejo a la vuelta de cualquier esquina sobre un camastro de escombros y ferralla. Es el caso, sin ir más lejos, de Ucrania. Vaya tela. Apenas hemos dejado atrás la maldición del coronavirus cuando nos despertamos a una pesadilla en la que, de nuevo, el filo de la guadaña dibuja un arco mortal sobre nuestras cabezas. Por ahora, las violencias nos duelen en cuerpo ajeno, lo que no quita para que el triste espectáculo al que estamos asistiendo nos resulte igualmente brutal, desolador, inhumano y bárbaro. La guerra, tal como la vemos en los medios minuto a minuto es un ejercicio sin épica que somete las ciudades a un plano raso y convierte cada palmo de suelo en un cementerio improvisado para inocentes a los que la muerte les adelanta su hora.Visto desde ese prisma, resulta lógico que nadie quiera la guerra. Ni los ucranianos, ni los rusos, ni nadie. Ni siquiera Putin, me digo. Y quiero confiarme a esa esperanza desde la presunción, no exenta de recelos, de que no estamos en presencia de un enajenado al que le ponga palote dejar las urbes reducidas a barbecho, si bien los casos de Kiev, Mariúpol o Járkov parecen demostrar lo contrario. Con todo, sigo concediendo a regañadientes que Putin no es un lunático metido a cafre ni un cafre desahogándose en la piel de un lunático. ¿Entonces? ¿Cómo explicar la exhibición de músculo y vesania con la que ha decidido castigar a sus vecinos? En mi opinión, la razón principal de la conducta del presidente ruso estriba en que, siguiendo el hilo de un relato histórico forjado en la escribanía de un falsario, considera que "los rusos y los ucranianos son un solo pueblo, un todo único", lo que le otorga, según parece que entiende, derecho de enmienda sobre el statu quo actual a fin de volver a la situación de antaño, cuando los habitantes de los territorios que forman la hodierna Ucrania le besaban las puntillas de las enaguas a Catalina la Grande. Pero Putin, sobra decirlo, no puede mover las rayas que dibujan el marco de su país sobre el mapa, ni retrotraer los fundamentos de la nación rusa hasta el medievo sin faltar a la verdad histórica. Pero eso es justo lo que pretende, lo cual me lleva a la siguiente reflexión: no hay nada más peligroso que un nacionalista acérrimo reclamando fronteras en virtud del cuadro dibujado por un pretérito perfecto que siempre juega a su favor. Llevado de su intransigencia, y poniendo siempre por delante el bien supremo de la patria, considerará lícito dejar a un lado cualquier tipo de escrúpulo moral para confiarse a la tarea de eliminar a todo aquel que se obstine en estorbar su proyecto sacrosanto.Putin pertenece a esa ralea de gente y supone un inmenso peligro porque le suma a una ideología, ya de por sí perniciosa, la posesión de un arsenal nuclear con el que podría, puesto a las bravas, desencadenar un holocausto de proporciones bíblicas que convertiría la tierra en una yincana para las cucarachas. La historia del siglo XX nos advierte contra tipos de su misma catadura; todos ellos dejaron una estela de destrucción y muerte a su paso. De momento, él, por cumplir el expediente que lo acredite en el gremio, ha desatado todas las furias sobre Ucrania a fin de rendirla a la fuerza y dejarla a su merced. Luego, una vez logrado su objetivo, ¿quién sabe? Todo indica que tiene hambre de más y que, si le damos cancha, podría volver a las andadas en otra parte. Por eso resulta necesario encontrar el modo de detenerlo sin pasar a mayores y sin dejar a Ucrania abandonada a su suerte. Difícil ejercicio de ponderación que nos obliga tanto a probar sus límites políticos y morales como a valorar la firmeza de nuestra unidad y nuestros principios. La cosa pinta fea; de aquí a dos días, si fallamos en el cálculo de los riesgos, podríamos vernos inmersos en una guerra total. Como suena. Y, mientras tanto, Putin, a su bola, sigue enviando nuevos peticionarios de asilo a las puertas mismas del más allá sin respetar civiles ni distinguir entre mayores y niños.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2022/03/la-guerra-barbara-de-putin.html
#1 Muchas gracias por tu comentario. Me alegro que te haya gustado.
La mayor parte de los mamíferos tienen cola, eso salta a la vista. También nosotros, como miembros de esa gran familia, la tuvimos antaño, aunque a día de hoy sólo nos queda de ella un triste recuerdo, el coxis, que sirve para bien poco. Un nuevo estudio científico, recién publicado en la revista BioRXiv, afirma que los homínidos -humanos, gorilas, orangutanes, chimpancés y bonomos- perdimos la extremidad posterior de forma repentina hace 25 millones de años por culpa de una mutación genética. Al parecer, a inicios del Mesozoico, la coincidencia de dos fragmentos del ADN, llamados transposones, formó un bucle que impidió procesar la proteína encargada de estirar la cola hasta donde señala el buen gusto, y, así, de la noche a la mañana, nos vimos privados de ella para siempre.Fue una faena en toda regla. La cola era el elemento que nos permitía andar bien seguros por las ramas de los árboles para gozar a capricho de los placeres frutales. A partir del momento en el que los transposones nos dejaron el trasero raso, todo fue de mal en peor. Por ahí nos vino la perdición. Tuvimos que echar pie a tierra y nos vimos forzados a comer tubérculos, bayas y raíces duras, así como a inaugurar el bipedismo -¡qué incordio!-, y a tallar cantos de cuarcita para fabricar armas con las que defendernos de los depredadores que acechaban a ras de suelo. Para rematar la jodienda, el descubrimiento de las herramientas líticas nos abrió la posibilidad de partirle la crisma al vecino cuando traspasaba la raya imaginaria de nuestra santa paciencia o en aquellas otras ocasiones en las que pretendíamos obtener de él, sin acuerdo y a las bravas, algo de lo suyo que anhelábamos. Fue así como caímos en la tentación de la violencia, la cual, recién encontró un resquicio por donde colarse, nos llenó las venas de una furia altamente inflamable que nos puso en el camino de una evolución fatal: de las primeras masacres y de las degollinas medievales al horror atómico y al conflicto de Vietnam, con su olor a napalm. Destrucción, estragos, crímenes, pillajes, desolación...; cainismo en estado puro y sin paliativos.No es que estuviéramos abocados a perder la cabeza desde el principio. Hubo otras posibilidades merecedoras de mejor suerte. Podríamos haber escogido, por ejemplo, la alternativa de los bonobos –nuestros primos hermanos en el proceso de hominización- que se especializaron en resolver sus conflictos sociales dándole al mambo cosa fina. Los bonobos perdieron la cola al tiempo que nosotros, pero mitigaron la pérdida organizando un eroticón en el que todos se rozaban con todos para darse gustito y consolarse mutuamente. Así, claro, se aliviaban las tensiones entre los individuos y no había un dios al que le quedasen después ganas de liarse a hostias con el prójimo. Pero nosotros -los humanos, digo-, en lugar de atender a lo que sabe cualquier necio, preferimos optar por la vía de una civilización que puso sus cimientos sobre las carcasas, reducidas a fosfatina, de todos aquellos que fueron pasto de masacres, exterminios y carnicerías.Urge corregir esa deriva histórica para volver al amparo de unos árboles que eran nuestra gloria bendita. La cosa, a mi entender, pasa por recuperar el apéndice que perdimos antaño y que nos facultaba para realizar acrobacias entre las ramas a despecho del vértigo. Ya sin cola, quisimos convencernos de que éramos la especie elegida porque el cerebro se nos fue de madre, pero, con todo, siempre nos quedó la propensión a mirar al suelo desde lo alto. ¿Quién no ha soñado de niño, cuando uno, libre aún de convenciones atiende mayormente al instinto, con tener una casa entre los árboles? Todos, en el fondo de nuestro acervo genético, tenemos todavía algo de arborícolas y, por eso, al que más y al que menos, le han venido alguna vez ganas de tarzanear entre los brazos de una encina o ha sentido la necesidad de curarse un disgusto escondido entre la fronda de un castaño. Nuestra querencia natural siempre apunta tronco arriba. Por esa razón, a fin de recuperar el Paraíso arbóreo que nos llama desde el fondo recóndito de nuestra condición ancestral, tenemos que idear lo imposible por echar de nuevo la cola que nos garantizaba su disfrute. Los avances genéticos podrían ayudarnos en esa tarea. Se me ocurre ahora, según escribo, que tal vez el hombre se ha dotado de ciencia justo para darse la oportunidad de recuperar la dichosa extremidad al cabo de los milenios. A lo mejor, no todo está perdido y cabe apañar algún remedio dándole dos vueltas a la trama del genoma. Es sólo cuestión de proponérselo, tirar de ganas y echarse un ratito largo en el laboratorio.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2021/12/darle-al-mambo-como-los-bonobos.html
Lepanto es un golfo griego, estrecho y largo, en cuyas aguas tuvo lugar una batalla famosa que dejó una pila de muertos -unos ahogados; otros no-, un manco ilustre y un fondo marino sembrado de pecios. Traigo el argumento a estas líneas porque, este año, se cumple el 450 aniversario de la cosa, y VOX, que siempre anda a la búsqueda de efemérides con las que regalarse una alegría, ha presentado en el Congreso, aprovechando la ocasión, una propuesta para que el gobierno impulse una batería de medidas que se fijan como meta dar pábulo al conocimiento de aquel hito histórico.A los Abascales & Cia se les pone cuerpo de jota rememorando aquella “victoria cristiana sobre el Islam” que mandó a miles de hijos de Mahoma a servir como pasto de los marrajos. Ellos se sienten los herederos legítimos de los vencedores y, por eso, buscan seguir zumbándole la badana, aunque sea en el terreno simbólico o ideológico, a cualquiera que asome la calva con un Corán en la mano. Rodríguez Zapatero propuso en su día aquello de la alianza de Civilizaciones, que era un ingenio retórico de vuelo corto, pero animado, al menos, de buenas intenciones. VOX le ha dado la vuelta a la idea y nos propone la rebatiña de civilizaciones, una especie de reverso de la fuerza que nos anima, como españoles, a mirar con inquina a quienes rezan mirando a la Meca. Lo cual explica, ahora que caigo, la actitud beligerante que adopta ese partido en la ciudad de Ceuta contra aquellas formaciones políticas que se muestran sensibles o proclives a las demandas de la comunidad musulmana. Todo se trata de dejarles bien clarito que los musulmanes viven de prestado en tierra hostil y que, en el solar patrio, los españoles de ley –siempre cristianos- se las han tenido tiesas con la morisma desde tiempos de don Pelayo.VOX no concibe que un español se declare musulmán. “Español” y “musulmán”, en el diccionario con el que se manejan los dirigentes y simpatizantes del partido verde, son términos antitéticos, algo así como electrones que se repelen por naturaleza. VOX se incardina en una tradición decimonónica que defiende la esencia católica del alma nacional. Y de esa burra no se apean por más que les digan. Menos mal que la Constitución le cortó las puntas al viejo relato esencialista y le negó al nacionalcatolicismo militante, todavía en boga, el derecho de veto a la hora de repartir títulos de españolidad; lo cual, al parecer, tiene a muchos enervados porque, a fin de cuentas, no se hizo una reconquista de ocho siglos para acabar hermanándose con los antiguos enemigos. Es evidente que existe todavía un amplio sector de población que ve con malos ojos, por ejemplo, que una musulmana como Fátima Hamed, abogada y diputada regional ceutí, se tenga por tan española -españolísima, diría yo- como el que más, incluido el propio Santiago Abascal; faltaría.Las reflexiones que preceden venían a renglón seguido de lo de Lepanto, batalla naval del siglo XVI que a VOX le pone mucho. Quiere esa formación política, vuelvo a decir retomando el hilo por el inicio, que el estado se gaste un potosí en celebrar aquella victoria como dios manda, y, además, que la más alta ocasión que vieron los siglos, como la calificó Cervantes, no se quede sin comentario laudatorio en los libros escolares. El señor Abascal siempre anda quejoso porque, en su opinión, no se estudia en los colegios la Historia de España con el suficiente empeño. Tiene razón. No hay más que escucharle para caer en la cuenta del déficit que arrastramos en la materia. Yo me atrevo a proponerle que, a fin de salir del bache y dar ejemplo, se aplique un trago largo de su propia medicina; o sea, menos política y más Historia, no ya de España, que es un cachito que se queda cojo a solas, sino de la única verdadera: la Historia Universal. Nos evitaríamos vergüenzas como la del sábado pasado cuando, durante el transcurso de un acto organizado en Ifema, en Madrid, nuestro líder ultra hizo gala de lo que ignora, llegando a atribuir la obra de la conquista de América nada menos que a la nación española. Con dos cojones. Sobra decir que, en el siglo XVI, la “nación española”, tal como la concebimos ahora, ni siquiera estaba en ciernes. Pero eso él no lo sabe. Pena, penita, pena de hombre. Lo dicho: menos política y más Historia.Contra lo que pudiera suponerse, los excesos retóricos del señor Abascal no son fruto de un arrebato ni de los delirios causados por una mala fiebre, sino el resultado de chutarse en vena una sobredosis de ese nuevo nacionalismo, un revival de morriones y picas, que no siente el menor sonrojo en proclamar como palabra de Dios las revueltas de un discurso rancio superado desde hace años por la historiografía. El caso americano, por seguir sobre lo mismo, resulta paradigmático de cómo se abre una brecha entre el conocimiento riguroso del pasado y la gestión que hace del mismo el nacionalismo a la hora de articular sus relatos identitarios. Tiene razón el historiador Pérez Vejo cuando señala que la memoria colectiva española ha reducido la presencia de España en América a una historia de descubridores y conquistadores. Para muestra el botón de VOX, que se empeña en blanquear los sepulcros de las glorias imperiales y misioneras sin conceder valor alguno al mundo indígena, que no fue otra cosa, tal como se ve desde el prisma de la formación ultra, sino la arcilla sobre la que los españoles dejamos la impronta de nuestro genio. Esas ínfulas de superioridad, que denuncian la existencia soterraña de alguna frustración adolescente, explican la soberbia con la que el señor Abascal se ha permitido dirigirse a Méjico, estado soberano desde 1821, para exigirle en términos conminatorios la limpieza de la tumba de Hernán Cortés. ¡Ole, ole y olé! Que se advierta que la madre patria todavía mea donde se le antoja. ¡Ojo al parche! Se perfila el duelo del siglo. López Obrador ya encontró su par en la otra orilla del charco: se llama Santiago Abascal, viste chupa de militroncho y no suma un sólo voto templando aguas.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2021/10/rebatina-de-civilizaciones.html
#5 A mí no me importa intercambiar argumentos de tipo histórico con nadie. Para eso estoy preparado. Lo que no voy a entrar es en el insulto y en las descalificaciones personales. Tú mismo te retratas con tus comentarios. Sin más.
#3 El problema no es si los colores son o no los mismos, sino en función de qué circunstancias pasan a formar parte del escudo o la bandera de un determinado territorio. En ese sentido, la formación política en el siglo XIII era la Corona de Aragón y son sus reyes los que ostentan los colores que, luego, adopta la bandera de Alguero.
#1 En realidad, la bandera de Alghero no adopta los colores de la actual senyera catalana, sino de las armas de linaje de los reyes aragoneses, dado que, tras la conquista de la plaza, esta pasó a formar parte de los territorios que integraban la Corona de Aragón.
Sobre la conquista de Alghero:
"Cessata la terribile epidemia di peste nera che colpì anche la Sardegna nel 1347, nel 1350 alcuni discendenti dei Doria vendettero i propri diritti a Pietro IV d'Aragona, che stava realizzando territorialmente il neonato Regno di Sardegna, mentre i restanti discendenti cedettero i propri diritti alla Repubblica di Genova nel 1353: questo portò inevitabilmente a uno scontro fra le due fazioni, aragonesi da un lato, genovesi, in seguito alleati con gli arborensi, dall'altro.[18]
Il 27 agosto del 1353, gli aragonesi ebbero la meglio nella battaglia navale nella baia di Porto Conte, tanto che il 30 agosto il comandante Bernardo de Cabrera poté entrare trionfalmente ad Alghero. Questa vittoria fu tuttavia effimera perché già il 15 ottobre dello stesso anno i Doria la riconquistarono. Il 22 giugno del 1354, vi fu uno sbarco in forze condotto da Pietro il Cerimonioso, che pose sotto assedio la città. L'assedio non diede i risultati sperati; tuttavia, il 16 novembre, a margine delle dure condizioni di pace imposte da Mariano IV d'Arborea, che era sceso in guerra al fianco dei Doria, Pietro IV riottenne con la diplomazia il controllo della città, che quindi vide senza ulteriori scontri la sostituzione della popolazione sardo-ligure originaria, deportata nella penisola iberica e nelle Baleari come schiavi[22], con nuovi coloni catalani[18][23] allettati dai privilegi concessi loro dalla Corona d'Aragona; ciò fece nascere in questi un forte sentimento di coesione etnica e, allo stesso tempo, di alterità nei confronti dei sardi autoctoni che, a partire dal XVI secolo in poi, sarebbero entrati a far parte della città. A questa data risale la nascita dall'odierna identità culturale di Alghero e del dialetto cittadino, varietà del catalano orientale ancora parlato". https://it.wikipedia.org/wiki/Alghero
El viernes, la prensa abría con una noticia de impacto en portada: la detención de Puigdemont en Cerdeña. No hubo periódico, ni telediario, que se sustrajera al tirón mediático del suceso. Tanto así, que el asunto, incluso, dejó en un segundo plano las evoluciones del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, el cual, tirando de lava y fumarolas, seguía sembrando la destrucción a ritmo lento de tortura. Pero el protagonismo, digo, se lo llevó de largo, muy a su pesar, el expresidente de la Generalidad.La detención se produjo en Alghero, ciudad costera de la isla de Cerdeña, llamada coloquialmente la Balçaruneta en atención a que fue repoblada por catalanes tras expulsar de la misma, allá por el siglo XIV, a los genoveses. El apunte histórico y el sobrenombre de la ciudad ya nos dejan entrever que el destino cumple con la erótica imperialista que eleva el soufflé de todo nacionalista catalán. Puigdemont, como expresidente del maremágnum, no podía dejar de poner el pie en un lugar con tanto morbo; máxime cuando daba inicio en la plaza el Aplec international Adifolk, una especie de festival folclórico pancatalanista al que le sobran declaraciones políticas de alto voltaje. Y, si no, ojo a la afirmación que se vierte en la introducción del programa de festejos: “Cataluña es un país de siete millones y medio de habitantes situado en la Europa Mediterránea, que ha gozado de soberanía durante setecientos años y, a pesar de haberla perdido, ha mostrado siempre su voluntad de recuperarla”. Tres líneas escasas resultan suficientes para ponerle los pelos como escarpias a cualquier historiador que tenga un mínimo de luces. Pero a los organizadores de Adifolk, lo mismo que a Puigdemont, les importa poco la rigurosidad histórica porque ellos están a otro rollo, que es el de construir una identidad nacional que busca sus raíces antes en la seducción del mito que en el conocimiento del pasado.Imagino que, a los italianos, en su mayoría, no les habrá hecho ni pizca de gracia que un prófugo, por muy expresidente que sea de lo que fuere, vaya a montarse una jarana, o un happening soberanista, en una isla del país. Porque de eso, y no de otra cosa, iba la fiesta. A las pruebas me remito: el programa de festejos, ya mencionado antes, dice a propósito de Alghero, que “con 43.831 habitantes, representa un 0.03% de los habitantes de los Países Catalanes”. ¿Perdón? Yo hubiera jurado que Alghero -l’Alguer en catalán- es una localidad italiana, y estoy por jurar ahora que, en el palacio del Quirinal, y en Montecitorio, no albergan dudas sobre ese extremo. Pero, al parecer, Puigdemont, y la troupe de Adifolk, tienen una idea distinta a la que rige en general. Si por ellos fuera, pondrían la ciudad, lo mismo que el resto de la isla, bajo la sombra de la senyera. En ese propósito, parecen contar con el beneplácito del alcalde del lugar, Mario Conoci, que es otro que comulga con ruedas de molino y se permite algunas licencias poéticas de difícil valoración. «Dopo tutto, Alghero è un pezzo di Catalogna», ha declarado a los medios con motivo de la celebración del festival de marras. Pues nada, signore sindaco, como guste vuecencia.La detención de Puigdemont, de momento, ha sido flor de un día. A las veinticuatro horas del arresto, el juez de turno decidió ponerlo en libertad a la espera de que el tribunal competente decida sobre su extradición a España. Pasado el susto, habrá podido asistir a la "Mostra de les diferents Federacions de cultura popular de Catalunya", o a cualquiera de los múltiples actos, de semejante coloratura, que se han celebrado entre el 24 y el 26 de septiembre en la localidad sarda. Yo no sé si lo de Puigdemont tiene o no recorrido judicial y, a decir la verdad, me importa un bledo. El personaje, visto tanto del derecho como del revés tiene pinta de mojama a efectos políticos. En cualquier caso, la liberación le ha procurado un soplo de vida pública y una excusa, que ni pintada, para proclamar ante los medios, a su salida de la cárcel de máxima seguridad de Bancali, que el estado español no pierde la ocasión de hacer el ridículo. Lo dice un fulano que, cuando vio la cosa cruda, tomó las de Villadiego y no tuvo mejor ocurrencia que elegir como punto de fuga la ciudad de Waterloo, que es un sitio, como todo el mundo sabe, donde los soñadores de imperios pierden las ínfulas a cañonazos. A eso se le llama tener ojo clínico. De seguir en esa deriva, yo le aconsejaría, si las cosas finalmente pintan bastos, que escoja la isla de Santa Elena como etapa final de su trayectoria. Es un destino recóndito y discreto donde los cadáveres políticos pueden jugar al cinquillo con el fantasma de Napoleón mientras dejan que los pudra el aburrimiento. No encontrará sitio mejor llegado el caso.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2021/09/el-weekend-de-puigdemont-en-cerdena.html
El abrazo de Vergara es famoso, o lo era antaño, porque selló el final de una guerra que había dividido a los españoles por un tema de herencias al trono y de formas de entender la vida. Al cabo de dos siglos casi, la imagen de otro abrazo, este de ayer mismo como quien dice, ha logrado el efecto contrario, esto es, dividir el país en dos bandos: uno formado por aquellos que buscan en el gesto una intención reprobable; otro, mayoritario, integrado por los que no ven en el mismo nada digno de tacha. Los protagonistas del episodio –una veinteañera española, voluntaria de la Cruz Roja, y un joven senegalés recién llegado a nado a la playa del Tarajal, en Ceuta– no pretendían notoriedad, pero un objetivo indiscreto grabó el instante del encuentro y las imágenes de esa toma se hicieron virales apenas tocaron el umbral de la opinión pública. La chica se llama Luna; el chico, Abdou. No hacen falta más detalles para cuadrar el tema y que todo el mundo me siga el hilo.El suceso, a decir la verdad, me había pasado desapercibido hasta hace poco porque vivo sin vivir en mí, empeñado en mover los mojones de Babia para traer la linde lo más cerca posible. O sea, que para cuando quise enterarme del caso, el argumento ya estaba pasado de moda y había dejado de formar parte de las conversaciones corrientes. De todas formas, decidí que me convenía ponerme al día sobre el lío para evitar que se me pudiera quedar cara de lelo si, por casualidad, el tema volvía a tocarse alguna otra vez en sociedad. A tal efecto, eché mano de prensa atrasada y busqué en Youtube la grabación del abrazo, que es, como quien dice, la madre del cordero. Ahora ya estoy al tanto de la polémica; lo suficiente, al menos, para apreciar, a toro pasado, que, de no haber mediado interferencias extrañas, la lectura de los hechos nunca habría derivado en una tremolina como la que nos ocupa: ¿qué problema hay en que una joven ofrezca un gesto de consuelo a un inmigrante desolado?El problema, al parecer, es que hay gente que se empeña en mirar la realidad con anteojos de castigo. Por ahí, ya vamos caminito de entender de qué va el rollo. Y el rollo va, en sustancia, de que Abdou es un inmigrante senegalés, negro como el tizón, y, para más inri, musulmán. O sea, la tarjeta de presentación idónea para que la carcundia local afile sus pullas al objeto de poner a caldo al recién llegado. A Adbou, le han acusado, mayormente, de aprovechar el abrazo para alargar el roce hasta donde la honestidad pierde los papeles, o, por decirlo a la pata la llana, de ponerse sobón con su partenair. Entre los defensores de la teoría del magreo no sólo se cuenta la habitual canalla anónima que rebulle en las redes; también se ha sumado a la misma, motu proprio, gente de cierta fama; por ejemplo, un periodista de renombre, cuyas neuronas, de un tiempo a esta parte, se obstinan en ofrecer lo peor de sí mismas, o la cofundadora de cierto partido político que obtuvo carta de naturaleza durante un aquelarre. A ambos, en el caso concreto que nos ocupa, a falta de una miaja de ternura, les ha sobrado mala leche.Si hablamos de Luna, también ella ha recibido lo suyo. Ha pagado el precio de asistir a un prójimo en apuros sin pedirle por anticipado que le mostrase algún título de ciudadanía con el que justificar su esfuerzo. Los mismos que cargaban contra Abdou en las redes sociales por tener las manos muy largas, se han cebado con ella acusándola de pretender levantarle al maromo ese apéndice de la moral que tiene vida propia a base de cariños y arrumacos. Los que tiran por esa vía, queriendo o sin querer, alimentan su inquina buscando tralla en el mito erótico, profundamente racista, de la dama sureña insatisfecha que, en el calor de la noche, acudía a las cuadras de las plantaciones de algodón, a hurtadillas de su marido, para entregarse al vicio con su esclavo mandingo, mejor dotado que el consorte. En ese plan, ya se puede hacer idea cualquiera del tenor de los comentarios que le han dedicado a nuestra cooperante en el mentidero virtual. Hay timbas, tugurios y prostíbulos de medio pelo donde la clientela se maneja con lenguajes más refinados. Sobra decir que la grabación del abrazo desmiente la patraña sobre las zalamerías de la joven, igual que pone en su sitio las mentiras sobre el comportamiento de Abdou, lo que me lleva a preguntarme qué tipo de mente, o demente socializado, echa el día inventando y divulgando tales infundios, y con qué propósito bastardo se afana en ese empeño. Hay que tener el alma muy fea para apelar a bajezas como tratar de buscona, o similar, a una joven que, por aliviar la desgracia de un semejante, obra como se entiende que debe hacerlo un cristiano de ley, o, simplemente, una buena persona. Probablemente, sus críticos habrían preferido que hubiera recibido a Abdou a tiros, o, por lo menos, arreándole un par de hostiazos recién puso la planta del pie sobre suelo patrio.Llegando al final, sólo me resta manifestar mi estupor por el hecho de que un contubernio de maledicentes haya inyectado pornografía a una escena que, de cualquier otra forma, obviando sesgos febriles y malintencionados, pasaría por piadosa sin la menor objeción en cualquier reunión arcedianal, o, si se prefiere, por hacerle un guiño a las políticas de género tan al uso, en cualquier convento de monjas ursulinas. Esa tropa que digo es la misma que trata de mafioso a cualquier cooperante y que, puestos a elegir, prefiere, antes que destinar recursos en apoyo de los inmigrantes que llegan a nuestras fronteras, desayunarse con la noticia de pateras naufragadas en alta mar. Los hay que hacen votos para ingresar en el infierno de cabeza.https://joseangelaparicio.blogspot.com/2021/06/el-abrazo-del-tarajal.html
La cuenta de Twitter de la RAE responde a esta pregunta en su sección: 'Consultas de la semana'
#1 Gracias por el comentario. La verdad, no pretendía hacer un análisis psicológico o político; o sea, que, si lo ves como tal, no me queda otra que estar de acuerdo contigo en que peca de superficial. En realidad, mi pretensión era más modesta, sólo quería poner de relieve la jactancia del personaje a través de un texto que resultara ameno; sin más.