La arena, un material aparentemente inagotable, se ha convertido en un recurso estratégico y limitado. Su uso intensivo en cemento, microchips y grandes infraestructuras ha disparado la demanda mundial mientras las reservas de calidad comienzan a escasear. Este desequilibrio ha despertado el interés de inversores alternativos que ven en ella un activo emergente y poco convencional.
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