Lo que de verdad deseamos....

El hombre que había inventado el cero volvió después de muchos años al mercado donde solía sentarse a reflexionar antes de que inventara el cero. Allí se sentaba y pensaba que nuestra vida consiste en descifrar y aplicar las leyes desconocidas. Meditaba sobre ello en una piedra que se encontraba en el basurero del mercado, porque todos los sitios agradables de la plaza estaban siempre ocupados cuando él llegaba. Especialmente le atraía un banco de piedra con una espléndida vista, pero con el que no se podía contar para nada, porque nunca estaba libre. Siempre había alguien en él, así que inventó el cero sentado en la piedra junto al basurero.

Ahora, al cabo de tantos años, volvió al lugar donde había inventado el cero. Era invierno y todos los bancos de la plaza estaban vacíos. Podía elegir. Pero él no había ido allí para inventar el cero, porque eso ya lo había hecho hacía mucho tiempo, sino para sentarse otra vez en el lugar donde lo había inventado y recordar cómo había sucedido. Y así, se dirigió derecho hacia aquella piedra al lado del basurero. Ese sitio era y sería para siempre su sitio y ya no podía elegir.

Y sonriendo como lo haría un pájaro obligado a volar a través del agua, llegó a la piedra junto al basurero, su piedra, sobre la que había inventado el cero, pero no se paró. Siguió caminando y se arrellanó por fin en el hermoso banco de piedra con espléndida vista.

—Me cago en el que inventó el cero —dijo mientras se sentaba.