No se trata de nostalgia. Superemos la derrota

Se me ocurrió el otro día colgar como artículo una respuesta que otro usuario me dio a un comentario, y parece que ha gustado, seguramente porque @manoru escribía bien y razonadamente. Sin embargo, el hecho de reproducir sus palabras y abrir el debate al resto, no significaba que estuviese de acuerdo con él. Por eso me apetece responderle ahora.

La cuestión, amigo, no está tanto en reconocer que antes de las peatonalizaciones ya habíamos perdido el centro de las ciudades sino en reflexionar sobre los porqués de nuestra derrota.

Lo cierto es que esa manía actual por la movilidad alternativa al coche oculta algo que no nos gusta mirar de frente: que es limpia, molona y ecológica, pero sólo para ciertas clases sociales que se han hecho con la pegatina de representativas a costa del resto.

A mí me parece bien que la ciudad se mueve en bicicleta, en carricoche eléctrico y en patinete, pero me gustaría que fuésemos sinceros: ¿a quién beneficia en realidad la prima o subvención encubierta que se ofrece a estos modo de movilidad?

-Al panadero no.

-A cristalero, tampoco.

-Al que tiene hijos que llevar al colegio o padres que llevar al médico, tampoco.

-Al que no tiene otro vehículo para los días fríos y los días de lluvia, tampoco.

-Al que no tiene un medio de transporte público a una distancia razonable de su casa, tampoco.

El problema no es que lleguemos tarde a una ciudad que ya desapareció: lo duro es que llegamos tarde incluso a la protesta por un espacio propio.

En el fondo, como bien sabéis, los que vivimos en los pueblos nos descojonamos de estas cosas. Derrotados también, entendemos que un grupito misnúsculo se ha hecho con la captura de las rentas: todo para ellos, dinámicos jovencitos, nada para nosotros, carcas del territorio. Pero al menos, nosotros, en nuestro monte, somos más o menos libres, hacemos más o menos lo que nos da la real gana, y nos resistimos muy eficazmente, con norteña retranca, a sus campañas calabobos sobre medios naturales que no son sino parques de atracciones para urbanitas.

En eso tiene razón mi antecesor en este espacio: el transporte público era para pobres y los parkings, para ricos. Eso mismo nos sucede ahora: el centro de la ciudad es para ricos, los suburbios más lejanos y los pueblos, para pobres. pero no hay un puto término medio más allá de una estrecha franja, y ahí es onde se genera la tensión: en gente que no acepta el coste de lo que demanda y que espera que los que vivimos en León paguemos, vía impuestos, una parte de su piso en Madrid.

Y lo lamento. No.

La única esperanza de mi tierra es que la vivienda en las grandes ciudades se encarezca. Para que regresen los que se fueron. Para que nos e marchen los que quedan.

Seguramente yo sea uno más de los que deben asumir aún su derrota. pero entre tanto, ¡leña al mono y que os pulan! No me queda otra que apoyar al casero. Por pura supervivencia...