La conspiración de las ruedas

Escribo esto con la clara idea de mantener el equilibrio entre lo formal y lo humorístico, por lo que os ruego que no me toméis completamente en serio. La verdad, hoy en día, solamente se puede buscar así: con un gesto irónico entre las conspiraciones que no te crees y las verdades oficiales que no te crees ni de reputa coña.

La cuestión es que he escuchado pro ahí que el tema de la movilidad, de hacerlo todo accesible a minusválidos y sillas de ruedas, no era un tema social ni humanitario, sino un simple pretexto para ir poco a poco adaptando las ciudades a las bicis y los patinetes.

Los bordillos rebajados, las superficies lisas, los anchos aumentados, amigos, no son para las sillas de ruedas: el 0,02 % de la población que se desplaza en sillas de ruedas no le importa a nadie un carajo. Esa gente son un simple pretexto, guay, molón y muy lucido, para poder vender bicicletas y patinetes, que son un negocio de muchos miles de millones de euros. Y no se trata sólo de economía, sino también de ordenamiento: si la gente se acostumbra a caminar en fila, sólo puede ser un beneficio: sometimiento, docilidad, saber qué sitio te corresponde... ¡Todo son ventajas!

El peatón, poco a poco, serás desplazado de las aceras, sin que se logre del todo expulsar al automovilista de la calzada. La jerarquía está clara: el que paga, por delante del que no paga. El que paga más es el coche, y al coche se le reserva el mayor espacio. Luego van las bicis, con sus carriles bici, y luego los patinetes, para dejar en última posición al peatón, que se ve superado por el coche, la bici, el patinete y el hostelero, que ocupa los espacios públicos con terrazas.

Del niño, ese que antes jugaba en la calle, mejor ni hablamos.