El Sr. Goodall tiene 104 años, está en plena posesión de sus facultades mentales pero no físicas, y ha explicado repetidas veces (incluso con un punto de humor) que su calidad de vida es una mierda y que ya no puede hacer nada de lo que le daba sentido. No tiene por qué padecer una enfermedad terminal para elegir libremente que ha llegado el momento de ponerle fin en vez de seguir pudriéndose.
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Hace la revolución y luego de vacaciones a Londres, para esta gente todo es un juego. Luego a quejarse de los currelas apesebrados.