De acuerdo, sin embargo se obvia una parte muy importante del conflicto religioso y es que occidente tiene un sistema de creencias que funciona como una religión. La ideología capitalista también tiene sus dogmas, su pseudomoral y sus mitos de la recompensa que en realidad nunca llegará. Precisamente para los extremistas, los infieles somos los que adoramos al consumo y al dinero, los que predicamos la cultura de hollywood y abanderamos el orden social impuesto por el pop y la producción industrial desmedida. No llega con desmarcarse del cristianismo y el islam para estar fuera de la influencia de la religión. Tampoco vale decir que lo nuestro es una idelogía y no una religión, porque el concepto es equivalente a creer que hay religiones extremas y no extremas.
Para entender el conflicto hay que ver que somos tan culpables como ellos. Con esto no quiero decir que seamos culpables, sino que ellos tampoco. De hecho, la diferencia entre ellos y nosotros es una línea trazada por personas cuya agenda incluye avivar el conflicto para aprovecharse de él. Los musulmanes tienen tanta culpa como los cristianos o los capitalistas, es decir, niguna. Sin embargo, hay individuos musulmanes, capitalistas y cristianos que sí que son responsables: los que matan, los que hacen propaganda, los que avivan el conflicto en los medios, los que controlan los recursos y los destinan a que personas inocentes maten a otras personas inocentes.
Es cierto que existe la yihad, las cruzadas o la pacificación como mitos de nuestras respectivas culturas, pero también es cierto que si los mitos se reviven y se llevan a cabo es única y exclusivamente porque hay unos intereses económicos, sociopolíticos y geoestratégicos para que gente que no se conoce se aniquile en nombre de gente que sí se conoce pero no se aniquila.
De acuerdo, sin embargo se obvia una parte muy importante del conflicto religioso y es que occidente tiene un sistema de creencias que funciona como una religión. La ideología capitalista también tiene sus dogmas, su pseudomoral y sus mitos de la recompensa que en realidad nunca llegará. Precisamente para los extremistas, los infieles somos los que adoramos al consumo y al dinero, los que predicamos la cultura de hollywood y abanderamos el orden social impuesto por el pop y la producción industrial desmedida. No llega con desmarcarse del cristianismo y el islam para estar fuera de la influencia de la religión. Tampoco vale decir que lo nuestro es una idelogía y no una religión, porque el concepto es equivalente a creer que hay religiones extremas y no extremas.
Para entender el conflicto hay que ver que somos tan culpables como ellos. Con esto no quiero decir que seamos culpables, sino que ellos tampoco. De hecho, la diferencia entre ellos y nosotros es una línea trazada por personas cuya agenda incluye avivar el conflicto para aprovecharse de él. Los musulmanes tienen tanta culpa como los cristianos o los capitalistas, es decir, niguna. Sin embargo, hay individuos musulmanes, capitalistas y cristianos que sí que son responsables: los que matan, los que hacen propaganda, los que avivan el conflicto en los medios, los que controlan los recursos y los destinan a que personas inocentes maten a otras personas inocentes.
Es cierto que existe la yihad, las cruzadas o la pacificación como mitos de nuestras respectivas culturas, pero también es cierto que si los mitos se reviven y se llevan a cabo es única y exclusivamente porque hay unos intereses económicos, sociopolíticos y geoestratégicos para que gente que no se conoce se aniquile en nombre de gente que sí se conoce pero no se aniquila.