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Señor disculpe que lo choqué pero usté también mire dónde puso el auto suyo que le sale el baúl para atrás y mire cómo quedó asomado. Si no se lo chocaba yo se lo chocaba otro pero seguro que se lo chocaba alguno.
Cami apretó mi mano. Aquella enorme cortina metálica de la tienda le había caído sobre el hombro, tirándola hacía afuera. Su bracito por debajo de la cortina era lo único que nos unía. En el piso, apretándole los dedos, la alenté. —No tengas miedo, amor —le dije—, papi está acá. Las empleadas escaparon por la puerta trasera a los gritos, pidiendo ayuda. Camila detuvo el llanto.
Por mi culpa hoy murió un hombre. La cosa venía desarrollándose acorde a lo esperado, como las últimas veces. Algún ladrón de “medio pelo” intentaba robarme, lo atrapaba, catalogaba y lo soltaba. Sin incidentes. Decenas de ladrones adornaban mi sitio web y cada vez más taxistas lo consultaban. Ya se hicieron tres arrestos gracias a mi trabajo. Curiosamente, nadie intentaba bloquear el sitio; aunque claro, ni el sitio ni yo existimos.
Flaubert se manifestó motivado con la idea de escribir un libro sobre nada. Bioy Casares pensó en escribir un libro así. No estoy seguro —reflexionó después—, (para no decir que no creo) que sea posible. Cuando leí el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa como Bernando Soares, creí descubrir una enorme obra sobre la nada. “Así como quien hay que trabaje por hastío, escribo, a veces, por no tener qué decir. El devaneo, en el que naturalmente se pierde quien no piensa, es algo en lo que yo me pierdo por escrito, pues se soñar en prosa.
Señor disculpe que lo choqué pero usté también mire dónde puso el auto suyo que le sale el baúl para atrás y mire cómo quedó asomado. Si no se lo chocaba yo se lo chocaba otro pero seguro que se lo chocaba alguno.
Cami apretó mi mano. Aquella enorme cortina metálica de la tienda le había caído sobre el hombro, tirándola hacía afuera. Su bracito por debajo de la cortina era lo único que nos unía. En el piso, apretándole los dedos, la alenté. —No tengas miedo, amor —le dije—, papi está acá. Las empleadas escaparon por la puerta trasera a los gritos, pidiendo ayuda. Camila detuvo el llanto.
Por mi culpa hoy murió un hombre. La cosa venía desarrollándose acorde a lo esperado, como las últimas veces. Algún ladrón de “medio pelo” intentaba robarme, lo atrapaba, catalogaba y lo soltaba. Sin incidentes. Decenas de ladrones adornaban mi sitio web y cada vez más taxistas lo consultaban. Ya se hicieron tres arrestos gracias a mi trabajo. Curiosamente, nadie intentaba bloquear el sitio; aunque claro, ni el sitio ni yo existimos.
Flaubert se manifestó motivado con la idea de escribir un libro sobre nada. Bioy Casares pensó en escribir un libro así. No estoy seguro —reflexionó después—, (para no decir que no creo) que sea posible. Cuando leí el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa como Bernando Soares, creí descubrir una enorme obra sobre la nada. “Así como quien hay que trabaje por hastío, escribo, a veces, por no tener qué decir. El devaneo, en el que naturalmente se pierde quien no piensa, es algo en lo que yo me pierdo por escrito, pues se soñar en prosa.