Lo peor es que en Móstoles (que es mi condenado pueblo) la gente está deseando continuamente una quema de brujas. Parece que les encanta ver a un vecino vilipendiado por las autoridades.
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No conozco al firmante del artículo pero, por su discurso, parece ser él quien necesite ayuda psicológica. Expone prejuicios y rabia acerca de los principales escaparates de fotografía, le molesta ver que otros la utilizan como apoyo terapéutico o medio de expresión anímica, prácticamente llama obsesos a los fotógrafos celosos de la técnica... no sé, me ha perecido una persona un poco jodidilla lanzando mierda mañanera cocinada en la oscuridad...