Muy interesante, tanto la entrevista como el tema que trata.
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Al nihilista se le desmonta de entrada diciéndole que si la vida no tiene ningún sentido, este "no tener ningún sentido" sería ya en sí mismo "el sentido" de la vida. Así que la vida siempre tiene algún sentido, incluso aunque no lo tenga, porque si no lo tiene, este no tener sentido sería su sentido. El nihilismo se desmonta por sí solo. El nihilismo no tiene sentido, y su único sentido es no tener sentido.
El problema es que saber si la vida tiene o no sentido es una cuestión que escapa completamente de las posibilidades de la inteligencia y el conocimiento humano, y escapa a nivel lógico-definicional de la inteligencia y el conocimiento humanos. Es decir, no es que todavía no sepamos si la vida tiene o no sentido pero algún día cuando nuestro conocimiento esté lo suficientemente desarrollado podamos descubrirlo; es que aunque nuestra inteligencia y nuestro conocimiento fuesen infinitos la cuestión de si la vida tiene sentido o no caería completamente fuera de las posibilidades definicionales y lógicas de nuestra inteligencia y nuestro conocimiento.
Por otra parte el nihilismo debería abstraerse de las cualidades de "pesimista" u "optimista", o de "feliz" e "infeliz". El nihilismo no debería tener que ver con lo destructivo, doloroso e infeliz que pueda ser el universo para el ser humano, porque si el universo fuera un infierno para el ser humano, entonces ya tendría un sentido, el sentido de "ser un infierno". Y si por el contrario el universo fuese un perfecto paraíso de felicidad infinita y eterna, aún así el nihilista tendría que seguir afirmando que este paraíso feliz tampoco tiene ningún sentido.
Si el nihilismo debe abstraerse tanto que de hecho no debería conectarse con ninguna reacción concreta humana (es decir, el nihilismo no debería ordenarnos que renunciemos a este mundo porque este mundo es doloroso, ni que amemos este mundo si es un paraíso de felicidad, porque el sentido o no sentido del mundo en sí mismo no necesitaría de ninguna relación o conexión lógica con lo feliz o infeliz del mundo), el nihilismo se reduce a sí mismo a la "nada". Como ya decía más arriba, el nihilismo se desmonta a sí mismo, no tiene sentido, su único sentido es no tener sentido; el nihilismo es algo que se escapa de las posibilidades lógicas y definicionales del conocimiento humano, incluso aunque el conocimiento humano se vuelva infinito.
Al "sentido del mundo" le pasa lo que a "dios": cuestiones de esta índole están tan fuera de las posibilidades de nuestra inteligencia y conocimiento a nivel lógico-definicional, que todo planteamiento relativo a ellas (tal como si dios o el sentido del mundo existen o no) carece de sentido y se reduce a un mero manejo erróneo o indefinido de conceptos e ideas.
Es decir, cosas como dios, el sentido del mundo, el nihilismo, etc, son meros manejos erróneos de conceptos.
Así que el nihilismo no debería relacionarse con que uno deba "suicidarse, porque el mundo no tiene sentido o es destructivo"; tampoco debería relacionarse con que uno deba "disfrutar lo máximo posible, porque el mundo no tiene sentido"; y tampoco debería relacionarse con que uno deba vivir "lanzando una moneda, y si sale cruz se suicida y si sale cara se permite disfrutar, porque el mundo no tiene sentido y da igual lo que uno haga". El nihilismo no debería relacionarse con "nada", porque en sí mismo es una construcción vacía, sin sentido, cuyo único sentido es no tener sentido, y que en realidad solo es un manejo erróneo de conceptos.
Otra cuestión distinta es el derecho legítimo que toda persona tiene de valorar si el mundo que le ha tocado vivir, en su circunstancia personal concreta, es feliz o infeliz, y si por tanto debería o no tener hijos.
Por ejemplo, si una persona vive marginada del sistema y vive en una chabola de chapa y cartón en medio de un vertedero de basuras, o si esa persona observa que en el mundo existe un exceso de población humana tal que la propia humanidad no sabe gestionarlo y solo crearía sufrimiento a los nuevos descendientes, o si esta persona considera que la sociedad humana actual está tan corrupta y fraudulentamente organizada que la inmensa mayoría trabajadora está siendo explotada para que una cúpula social del 1% pueda ser rica y por tanto traer nuevos descendientes solo condenaría a estos descendientes a la explotación, o si esta persona observase en sí misma o en su árbol familiar defectos o problemas biológicos que no querría que sus hijos heredasen, es perfectamente legítimo que esta persona considere que lo más adecuado sea no tener hijos, para no condenar a los hijos al sufrimiento que esta persona ya conoce.
Desde este punto de vista el "antinatalismo condicional" (es decir, no el antinatalismo per se e incondicionado, o antinatalismo sean cuales sean las circunstancias y no importa lo felices que pudieran ser las circunstancias para los hijos; sino el antinatalismo basado en la idea de que no se debe traer hijos al mundo si se sabe que los hijos van a sufrir porque las circunstancias en el mundo son adversas) se siente como un "cómodo y poderoso despertar", o como una "cómoda y poderosa ilustración reproductiva relativa a tener uno la sartén por el mango, mango que consiste en la facultad de decidir si tener o no tener hijos", porque es como si uno un día por fin se diera cuenta de cómo "nos la estaba jugando el mundo" para conseguir condenarnos al sufrimiento perpetuo (es decir, el mundo "nos la estaba jugando" al hacernos reproducirnos y tener hijos ciegamente, como las ratas, sin pararnos a pensar sobre el sufrimiento para nuestros hijos, únicamente porque a nosotros nos divertía instintivamente tener a los hijos).
Este "antinatalismo condicional" o "antinatalismo responsable" (o bien "natalismo responsable" o "natalismo ilustrado" o "natalismo inteligente") es como el surgimiento en la Historia de algo nuevo, porque aunque la especie humana ha existido por 500.000 años y por tanto ha tenido la capacidad biológica de reproducirse desde hace 500.000 años, esta capacidad reproductora ha sido solo un "natalismo animal", irracional, instintivo, biológico, al nivel de los conejos, las ratas o las cucarachas; un natalismo únicamente orientado a nuestra propia diversión mascotista instintiva, sin importarnos el sufrimiento de nuestros hijos ni la valoración intelectual de este sufrimiento. Este "natalismo animal" o instintivo lo hemos tenido durante 500.000 años, y lo han practicado nuestros padres y nuestros ancestros sobre nosotros...
... pero nunca antes en la historia la especie humana ha desarrollado un "natalismo racional", responsable, inteligente, por encima de lo instintivo; es decir, un natalismo por el que ponemos el bienestar de nuestros descendientes por encima de nuestra propia diversión mascotista, y estamos dispuestos a fastidiarnos y a quedarnos sin nuestra diversión mascotista de criar hijos si apreciamos que nuestros hijos no querrían ser traídos a este mundo y sufrirían su existencia porque nos damos cuenta de que nuestras circunstancias vitales actuales son adversas (por ejemplo, vivimos en la precariedad de un país precario como España).
Así que si lo que se está intentando introducir aquí es un antinatalismo nihilista incondicionado, que prohíbe tener hijos en todo caso, no importa lo favorables que sean las circunstancias económicas y sociales, es mentira que este antinatalismo exista, y si existe, es mentira que sea correcto ni válido ni merezca ninguna importancia.
Aquí de lo que se está tratando es del "natalismo responsable y racional", es decir, del no tener hijos como ratas o conejos únicamente porque nos damos a nosotros mismos una gran diversión instintiva de hacer mascotismo con ellos, sin importarnos si nuestros hijos tienen que sufrir unas circunstancias socioeconómicas desfavorables y precarias al ser traídos a ellas; sino del tener hijos pensando en el bienestar de los hijos por encima de nuestra propia diversión mascotista, y por tanto solo tenerlos si nuestras circunstancias socioeconómicas son favorables para nuestros hijos, y no tenerlos si vivimos en la precariedad o en circunstancias socioeconómicas desfavorables para nuestros hijos (aunque al no traerlos al mundo nos tengamos que fastidiar sin poder divertirnos nosotros jugando a hacer mascotismo con ellos).