Era una tarde muy soleada y calurosa. Una zorra, que había estado cazando todo el día, estaba muy sedienta.
“Cómo me gustaría encontrar agua”, pensó la zorra.
En ese momento vió un racimo de uvas grandes y jugosas colgando muy alto de una parra. Las uvas parecían maduras y llenas de zumo.
“¡Oh, oh!” dijo la zorra mientras la boca se le hacía agua. “ El zumo dulce de uva sacia my sed!”.
La zorra se puso de puntillas y se estiró todo lo alto que pudo, pero las uvas estaban fuera de su alcance.
No queriendo abandonar, la zorra tomó impuso para alcanzar las uvas. Fue inutil, no pudo alcanzar las uvas.
La zorra saltó y brincó una y otra vez pero no pudo alcanzar las uvas en ninguna ocasión. Al final la zorra estaba más sedienta y cansada que nunca.
“¡Qué tonta soy!” dijo la zorra con rabia. “Las uvas están verdes y no se pueden comer. De todas maneras, ¿para qué las querría?.
Y así se marchó la zorra.
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Contra el dragado indiscriminado
Los científicos consideran que un dragado indiscriminado sería un “desastre absoluto”. Los expertos que integran el Comité de Asesoramiento Científico de la laguna se han posicionado varias veces en contra del dragado de las golas para la entrada de agua del Mediterráneo al Mar Menor.
Francisca Giménez Casalduero, profesora de la Universidad de Alicante, explica el daño que conllevaría un aumento del intercambio de aguas entre el Mar Mediterráneo y el Mar Menor: ”Las condiciones físicas y climáticas de la laguna y su entorno han configurado un ecosistema singular, en el que la elevada salinidad del agua y los cambios bruscos de temperatura, han permitido la evolución de poblaciones adaptadas a un ambiente extremo (hipersalino) e impedido el asentamiento de otras especies. La salinidad es la principal barrera ecológica entre el Mar Mediterráneo y el Mar Menor, y el hecho de dragar las golas disminuiría el nivel de salinidad de la laguna, lo que provocaría una pérdida de biodiversidad y de calidad del estado ecosistémico al aumentar la probabilidad de crecimiento masivo de especies dañinas”.
Además, Giménez Casalduero afirma que el dragado de las golas no solo perjudicaría al Mar Menor, por el descenso de su salinidad, sino también al Mediterráneo, donde la salida de agua cargada de nitratos desde la laguna afectaría “muy negativamente a las praderas de posidonia, que tienen plazos de recuperación de cientos de años”.
¡Qué raro! los mandamases pasandose por el forro las opiniones de los entendidos.