Para cumplir con mi carácter de viejo gruñón, reconozco que los niñitos en la preadolescencia tienen consagrada su vida a joder la paciencia. Ahora, macho... que esos cretinos de 110 kilos lleven un sueldo de los ciudadanos para cometer esas tropelías criminales con nuestros niños... Les apretaría los huevos con el canto de una puerta, con perdón de la expresión. ¡Benditos celulares con cámara foto-vídeo! Servirán para que, a la larga, estas bestias policíacas se cuiden más, al menos en público.
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Qué no hará mi adorada Big Apple...