#44 Brillante. Plas plas plas.
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El derecho natural clásico es un oximoron. En la naturaleza solo funciona la fuerza: el león se come al cervatillo y el protón atrae al electrón sin preguntarse si debe hacerlo o no. El derecho, si es algo entendible, es, necesariamente, lo opuesto a lo "natural".
El filósofo José Antonio Marina explica en alguno de sus ensayos (v.g. "La lucha por la dignidad") la tesis de que el derecho es la parte de la ética que se impone coactivamente, desplazando así el problema a la fundamentación de la ética. ¿Y qué es la ética? Es un sistema moral racional, es decir, justificable mediante evidencias públicas, intersubjetivas. Sin embargo esta racionalidad es eminentemente práctica (la razón práctica kantiana o la praxis marxista). La ética no es una ciencia pura como la matemática o la física, sino una tecnología. De la misma manera que escudriñando la naturaleza no podemos llega a deducir la necesidad de la existencia de un martillo (sino que este se ha desarrollado desde la necesidad de clavar), los principios éticos no se encuentran inscritos en ningún cielo platónico ni se descubren excavando una cueva sino que son soluciones que hemos inventado
literalmentepara al menos una docena de problemas graves (estos sí, universales) que ha planteado la convivencia a lo largo de nuestra historia y del planeta.Estos problemas versan sobre la vida, el sufrimiento, la sexualidad, la libertad, el individuo, etc. De este modo, los DDHH en los que el nuevo iusnaturalismo fundamenta el derecho no sería implícitamente más que un esbozo de ética laica (donde las religiones pueden funcionar a nivel privado como justificaciones, véase Maritain durante la confección de los DDHH).
Digamos que los DDHH son un proyecto metafísico de humanidad, la auto constitución de una segunda naturaleza más allá de la biológica en la que decidimos dotarnos de una esencia humana (la "dignidad") que funciona a modo de gancho trascendental del que colgar el nuevo derecho natural.
Esta tesis constructivista desconcierta a muchas personas acostumbradas a las certezas lógicas, inefables, absolutas, de las morales religiosas y de las ciencias puras. Piensan en el exabrupto de Dostoievski: sin Dios (sin "la Naturaleza", lo Absoluto) todo está permitido. No es cierto. Los principios éticos justifican su existencia en su eficacia y, en el fondo, en la naturaleza humana. El quid de la cuestión es que esta naturaleza NO ESTÁ FIJADA ya que no se reduce a la biología. La esencia humana es su historia (Nietzsche y luego el existencialismo) por lo que se despliega en tanto ésta acaece. La ética, por tanto, fundada en la dignidad como esencia humana autoconstituída, no puede justificarse y legitimarse más que en el banco de pruebas de la Historia de la Humanidad, la cual hay que conocer e interpretar. De ahí que los razonamientos éticos sean tan complejos (frente a los dogmatismos y los recetarios morales simplificadores), al necesitar de un conocimiento profundo de la genealogía de los problemas, la interpretación de los hechos, las idas y venidas que hemos dado al afrontarlos, etc. La epistemología en sí misma es un desarrollo histórico que se funda en valores y en una idea ética de justicia (¿por qué renunciamos al criterio de autoridad?). Por esto Marina concluye que el culmen de la inteligencia no es la ciencia, sino la ética.