En mayo de 1995. tres años después de la firma de los Acuerdos de Paz en El Salvador, se inauguró la piedra angular del nuevo sistema de justicia juvenil: Sendero de Libertad, un centro de internamiento para menores infractores diseñado bajo los parámetros de Naciones Unidas y etiquetado en su día como "el paradigma de Latinoamérica". Hoy, casi 17 años después, el reclusorio está en las antípodas de lo que se pretendía, ruinoso y violento. Su historia es la triste metáfora del fracaso de la sociedad para abordar el fenómeno de las maras.