Quizás sea hora de que abandonemos esa arcaica visión sobre la vida y la muerte humanas, arrastrada de nuestro más remoto pasado y anclada en viejas y equivocadas tradiciones culturales y religiosas y empecemos a asimilar los descubrimientos de la neurología entendiendo que la vida humana está completa, exclusiva e indisolublemente unida a nuestro cerebro, de tal manera que cuando éste deja de funcionar y se degrada totalmente (fases avanzadas de Alzheimer, coma irreversible,) la persona en cuestión ha fallecido de facto por mucho que nos duela
Comentarios
Recuerdo que después de una década de sobrevivir a un derrame cerebral que dejó a mi abuela viviendo como un fantasma, su muerte fue mucho más fácil de digerir que la muerte repentina de mi otra abuela. A ambas las quería por igual, pero de una ya había asumido que nunca podríamos volver a mantener una conversación. Lloré su muerte años antes de que dejara de respirar.
el vivo al bollo...