Publicado hace 12 años por --275463-- a tejiendoelmundo.wordpress.com

Los monstruos que miraban fijamente al sacerdote jesuíta, el Padre Marquette, un día en 1673, eran terribles más allá de la imaginación más salvaje o surrealista. Por tanto, qué suerte la suya que se tratara meramente de petroglifos, minuciosamente grabados y pintados en la pared de un precipicio unos 24 metros por encima del río Mississipi, por el que estaba viajando a su paso por Illinois.