Hace 13 años | Por lampo a vggallery.com
Publicado hace 13 años por lampo a vggallery.com

Cuando Vincent pintó "La noche estrellada" se encontraba ingresado en el hospital para enfermos mentales de Saint Paul, situado al sur de Saint Rémy (Francia), justo a los pies de la cadena montañosa de los Alpilles. Desde la ventana de su habitación, situada en el segundo piso, podía contemplar cómo salía el sol cada mañana a través de las montañas. Se trata de un cuadro pintado de memoria, pues a Vincent sólo se le permitía salir del centro durante el día, acompañado siempre por una persona del sanatorio: el guardián Jean-François Poulet o el

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Artista incomprendido donde los haya. Emociona no sólo mirar sus cuadros, sino también leer las cartas que le escribió a su hermano Théo, su mayor apoyo. Ésta es una de las que escribió desde el hospital, en la que cuenta algunas de las circunstancias que lo llevaron a internar en aquella ocasión:

Mi querido hermano:

Me ha parecido ver en tu carta tanta angustia fraternal contenida, que he creído mi deber romper mi silencio. Te escribo en plena posesión de mi presencia de ánimo y no como un loco; como el hermano que tú conoces.

Esta es la verdad; un cierto número de personas de aquí ha dirigido al alcalde (creo que se llama Tardieu) una nota (había más de 80 firmas) señalándome como un hombre indigno de vivir en libertad o algo por el estilo.

El comisario de policía o el comisario central, entonces, ha dado orden de que me volvieran a internar. Con que ya llevo aquí muchos días encerrado bajo llaves, cerrojos y guardianes en el manicomio, sin que mi culpabilidad esté probada o sea probable.
No hace falta decir que en el fuero interno de mi alma tengo mucho que replicar a todo esto. Ni tampoco que yo no podría enfadarme y que excusarme en semejante caso me parecería una autoacusación.

Sólo advertirte para que me liberes -comienzo por no pedirlo, ya que estoy persuadido de que toda esta acusación quedará reducida a nada.

Solamente digo que para liberarme lo encontrarás difícil. Si yo no contuviera mi indignación me juzgarían inmediatamente como un loco furioso. Esperemos pacientemente; por otra parte, las emociones fuertes no harían más que agravar mi estado.

Por eso te induzco por la presente a que les dejes hacer sin mezclarte.
Tente por advertido de que sería quizás complicar y embarullar las cosas.
Con más razón, ya comprenderás que yo aun estando completamente calmo en un momento dado, puedo recaer fácilmente en un estado de sobreexcitación por nuevas emociones morales.

Ya podrás suponer hasta qué punto ha sido esto para mí como un mazazo en pleno pecho, cuando he visto que había tantas personas aquí que eran lo bastante cobardes para meterse en gran número contra uno solo y enfermo.

Bueno -así quedas enterado; en cuanto a lo que concierne a mi estado moral, me siento fuertemente quebrantado; pero recobro asimismo una cierta serenidad para no enfadarme.

Además, la humildad me conviene, después de la experiencia de los ataques repetidos. Por lo tanto no pierdo la paciencia.

Lo principal, no me cansaré, de decírtelo, es que tú también conserves la calma y que nada te turbe en los negocios. Después de tu boda, podemos ocuparnos de poner todo esto en claro; y mientras tanto, ¡A fe mía!... déjame aquí tranquilamente. Estoy convencido de que el señor alcalde, así como el comisario, son más bien amigos y que harán todo lo que esté a su alcance para arreglar esto.

Aquí, salvo la libertad, salvo muchas otras cosas que, además desearía, no estoy del todo mal.

Les he dicho, por otra parte, que no estábamos en condiciones de sufragar los gastos; luego, ya llevo tres meses sin trabajar y ten en cuenta que hubiera podido hacerlo si no me hubieran exasperado y molestado.

¿Cómo están nuestra madre y hermana?
No teniendo otra cosa para distraerme -se me prohibe hasta fumar, cosa que, sin embargo, está permitida a los demás enfermos-; no teniendo otra cosa que hacer, pienso en todos aquellos que conozco, durante todo el día y toda la noche.

Qué miseria -y todo esto, por así decir, por nada.
No te oculto que hubiera preferido morir, que causar y sufrir tantas molestias.
¿Qué quieres? Sufrir sin quejarse es la única lección que hay que aprender en esta vida.

Ahora, con todo esto, para reanudar mi tarea de pintar, tengo naturalmente necesidad de mi taller, de muebles, que en verdad no tendríamos con qué renovarlos en caso de pérdida. Ya sabes que mi trabajo no me permite estar reducido de nuevo a vivir en un hotel, es preciso que tenga mi lugar fijo.

Si las buenas gentes de aquí protestan contra mí, yo protesto contra ellos; y no tienen más remedio que resarcirme de los daños y perjuicios amistosamente; no tienen más que devolverme, en fin, lo que perderé por su falta e ignorancia.

Si -supongamos - me volviera loco tranquilo, cierto, no digo que sea imposible; habría en todo caso que tratarme de otra manera, devolverme el aire, mi trabajo, etcétera.

Entonces -¡a fe mía!-... me resignaría.
Pero aún no hemos llegado a eso y si hubiese conservado mi tranquilidad hace mucho tiempo que me hubiera repuesto.

Me regañan por lo que he fumado y bebido; bueno, pero ¿qué quieres? Con toda la sobriedad, no me producen en suma más que nuevas miserias.

Mi querido hermano lo mejor es quizás ridiculizar nuestras pequeñas miserias y también un poco las grandes de la vida humana. Toma tu resolución como hombre y no pierdas de vista tu objetivo. Nosotros, artistas en la sociedad actual, no somos más que cántaros quebrados. Cuánto desearía poder enviarte mis telas; pero todo está bajo llaves, cerrojos y guardias. No trates de liberarme; esto se arreglará solo; advierte sin embargo a Signac que no se mezcle, porque meterá la mano en un avispero -hasta que yo escriba de nuevo. Te estrecho la mano muy cordialmente; saluda a tu novia, y a nuestra madre y hermana.

Si estas emociones continuas e inesperadas, se fueran repitiendo, podrían cambiar un quebrantamiento mental pasajero y momentáneo en enfermedad crónica.

Estoy seguro de que si nada interfiriera hoy sería capaz de hacer el mismo trabajo, y quizás mejor, en los vergeles de lo que he hecho el año pasado.

Ahora seamos firmes hasta donde sea posible y, en suma, no nos dejemos pisotear demasiado.
Desde el principio, he tenido aquí una oposición maligna. Todo este ruido hará mucho bien, naturalmente, al «impresionismo», pero tú y yo personalmente sufriremos por un montón de canallas y cobardes.

Siempre tuyo, Vincent.