Hace 12 años | Por RIK a larazon.es
Publicado hace 12 años por RIK a larazon.es

La mujer, enjuta en su dolor, sacó fuerzas de flaqueza para rememorar esos minutos terribles. «Escuché un ruido –dijo entre lágrimas– y vi a mi marido tumbado en el suelo. ¡Ay! La furgoneta se estaba quemando y mi marido también». Pasado el mal trago y cuando se disponía a abandonar la sala, se dirigió al funcionario que la acompañaba. «¿Puedo mirar a estos chicos?», musitó. En ese momento, y como imbuida de una repentina fuerza interior, Zubeldia enfrentó su mirada a la de los etarras, que ni pestañearon.