Nueva York, febrero 1923. El ayudante de establo Frank Hayes soñaba con tener la oportunidad de ser jockey y convenció al dueño del pura sangre Sweet Kiss para que le dejara montarlo en la carrera de Belmont Park. A pesar de que las apuestas estaban 20-1 en su contra, Sweet Kiss corrió la carrera de su vida y ganó para sorpresa del público y de su dueño.
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murió haciendo lo que más le gustaba.