Quisieron las deidades del rock que aquella noche Kurt Cobain y Matt Lukin coincidiesen en el instituto y la maqueta de los primerizos Nirvana llegase después a manos de Chad Channing. Que los de Aberdeen protagonizaron el último episodio verdaderamente memorable de rock’ n roll de masas es historia; que desde entonces el género ha vuelto a quedar confinado a las catacumbas del circuito independiente, salvando un par de honrosas excepciones —aunque ahora no se me ocurre ninguna—, ya no tanto. Ver a Cobain pitorreándose de Axl Rose...
Comentarios
Interesantes historias petulántemente contadas, como siempre en jotdown.
Pero poco a poco la historia va poniendo a cada uno en su sitio. Hoy en día oímos y leemos a puristas rockeros reconocer a aquellas bandas en su justa medida sin caer en reduccionismos absurdos sobre su grandeza o miseria, algo que muchos aguantamos en su momento con estoicismo, y admitir que en Seattle fermentó mucho talento.