El asunto sumergió a Nueva York y a Estados Unidos en general en una atmósfera de incredulidad y estupefacción, porque no se trata de cualquier político: Spitzer, un abogado de 48 años, casado y padre de tres hijas, fue fiscal general del estado de Nueva York durante ocho años, donde construyó una carrera política basada en la integridad y una lucha sin cuartel contra la corrupción en Wall Street, el crimen organizado y las redes de prostitución y trata de personas.
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