A pesar de que es bastante improbable que mi música acabe en la manta de nadie (ojalá), quiero lanzar, a modo de símbolo, un mensaje: que la criminalización y acoso al que se somete a los manteros en aras de la protección de los derechos de propiedad intelectual es una barbaridad. Porque, en nombre del arte, crea circuitos de exclusión y no construye una ciudadanía capaz de salir adelante en condiciones de igualdad. Porque duele mucho más de lo que aporta.
Comentarios
Hombre, aqui seria como con las putas, somos nosotros los que no debemos comprar.