Cuando pensamos en innovar, lo primero que se nos viene a la cabeza es la idea de que se nos tiene que ocurrir algo grandioso, que a nadie deje indiferente y que sea espectacular. De hecho, el refrán de “caballo grande, ande o no ande” se cumple a la perfección en la cabeza de todo aquel que piensa en crear algo nuevo, un invento, un concepto. Pero si ahondamos en la Historia, nos daremos cuenta que, la mayoría de las veces, los grandes descubrimientos son cosas simples, o que se descubren por casualidad.