“Los seres humanos no se suicidan nunca por razones exteriores, sino a causa de un desequilibrio interno, orgánico”, decía Cioran, un experto en el tema. El suicidio sería una especie de explosión hacia dentro: la energía que hace vivir, al no encontrar salida (al no transformarse en un quehacer en el mundo), acaba haciendo implosión. Por el contrario, Ortega decía que “vivir significa tener que ser fuera de mí”. El Romanticismo inauguró la etapa cultural en la que aún estamos, y que hace, precisamente, prevalecer la atención a "lo interior".