Cada año caen 300 toneladas de mercurio atmosférico en el Polo Norte proveniente de la industria, minería e incendios forestales. Su forma venenosa, el metilmercurio, termina en la cadena alimenticia. El mercurio no es biodegradable y se acumula en el cuerpo humano. Algunos países Nórdicos ya han advertido del riesgo de consumir algunas especies de pescado.