Hace 8 años | Por --491027-- a voynich.es
Publicado hace 8 años por --491027-- a voynich.es

A pesar de su mala salud, padecía del corazón, no cejó en su empeño de reformar la orden a la que pertenecía, fundando conventos por toda la Península (El primero, el convento de San José de Ávila en 1562). Consiguió, no sin grandes dificultades externas, cambiar las normas volviendo

Comentarios

Charles_Dexter_Ward

Muy buenos dulces los de Teresa de Ávila. Calidad Gourmet.

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Pues ese estilo tan ardiente y apasionado es el que puede verse en una carta que escribió a una monja de su congregación, y que yo por azar pude leer en la Biblioteca Nacional. Tenía una mala l. soterrada, que desbordaba cada palabra, y menudo léxico coloquial a la hora de insultar a la "hermana", lo que menos le decía era gorda, vaga, inútil y desastrada...

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Era de muy buena estatura, y en su mocedad hermosa, y aun después de vieja parecía harto bien: el cuerpo abultado y muy blanco, el rostro redondo y lleno, de buen tamaño y proporción; la tez color blanca y encarnada, y cuando estaba en oración se le encendía y se ponía hermosísima, todo él limpio y apacible; el cabello, negro y crespo, y frente ancha, igual y hermosa; las cejas de un color rubio que tiraba algo a negro, grandes y algo gruesas, no muy en arco, sino algo llanas; los ojos negros y redondos y un poco carnosos; no grandes, pero muy bien puestos, vivos y graciosos, que en riéndose se reían todos y mostraban alegría, y por otra parte muy graves, cuando ella quería mostrar en el rostro gravedad; la nariz pequeña y no muy levantada de en medio, tenía la punta redonda y un poco inclinada para abajo; las ventanas de ella arqueadas y pequeñas; la boca ni grande ni pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo grueso y un poco caído, de muy buena gracia y color; los dientes muy buenos; la barba bien hecha; las orejas ni chicas ni grandes; la garganta ancha y no alta, sino antes metida un poco; las manos pequeñas y muy lindas. En la cara tenía tres lunares pequeños al lado izquierdo, que le daban mucha gracia, uno más abajo de la mitad de la nariz, otro entre la nariz y la boca, y el tercero debajo de la boca. Toda junta parecía muy bien y de muy buen aire en el andar, y era tan amable y apacible, que a todas las personas que la miraban comúnmente aplacía mucho.

Kurkis

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