Quedamos con Joe Sacco (Malta, 1960) en un céntrico hotel madrileño a la hora de la sobremesa. Aparece relajado y sonriente, con los ojos muy abiertos, sin querer perderse nada de lo que ocurre a su alrededor. Nos sentamos y sin mediar preguntas comienza a hablar. «Llámame Joe, por favor», dice mientras ojea la revista.
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En ese hotel a Joe le dejan la comida en la puerta, con una notita: A tomar por Sacco.