Si los beneficiados de la justicia revolucionaria no logran cambiar su paradigma de vida —hegemónico en filmes, telenovelas, canciones, en las páginas “sociales” de los grandes diarios, y en general en los medios de comunicación, en fin, en la cultura que prevalece y reproduce los valores del sistema—, si la ilusión, palabra clave, de que los explotados pueden llegar a ser y a vivir como sus explotadores (refrendada por los medios de que es posible el milagro de Cenicienta) no se deshace, no se reconstruye, las revoluciones serán reversibles.