Algunos sostienen el punto de vista de que los conflictos bélicos son un gran motor del progreso. Y lo cierto es que ingenios tan útiles y diversos como el radar, las latas de conservas, el pegamento instantáneo e incluso internet son a la postre inventos que provienen del ámbito militar. Pero lo cierto es que las guerras son una destrucción neta de recursos.
Una grave pérdida de un tiempo tal vez escaso. Además de las vidas, el sufrimiento y la honda huella que deja su paso. Y es por eso que interesa que el enemigo esté en guerra, sin duda con otro. Que desconozca los contornos del tablero y se vea acotado y abocado a reaccionar en la delimitada forma prevista. Tal es la lógica bélica, desde mucho antes que Sun Tzu recogiera sus principios calificándolos de arte. La lógica nunca ha cambiado.
Es un punto de vista, cualquier actividad puede ser llevada a cabo con maestría, pero al hablar de arte solemos inclinarnos a pensar en las bellas artes. No quiere decir que en todas partes sientan la misma inclinación. Desde nuestro punto de vista la falta de empatía entre iguales recibe la consideración de patología. En otros contextos puede ser tan sólo una debilidad. Ésa es la dura realidad.
Pero tal vez no debería ser tan dura, es en el reconocimiento de los otros como semejantes donde se halla la raíz de tan elemental instinto. Algo tan sencillo como no hacer al prójimo lo que no desees que te hagan y a la inversa. Una lógica también mucho más vieja que por la fuente que la conocemos. Sucede que, el contexto es un factor determinante. Y, bien sabido es por quienes lo han ostentado, que el poder es una soberbia influencia sobre nuestro punto de vista.
Hay muchos, como sobre cualquier cosa. Unos afirmarán con rotundidad que el poder se impone, y eso es lo que lo define. Otros, con más serenidad, tal vez observen que el verdadero poder no necesita imponerse.
El dicho de que “todos los caminos conducen a Roma” no es gratuito: es porque desde Roma han sido trazados. La razón se puede retorcer, tergiversar, manipular, eclipsar, confundir. Pero al final del día ahí sigue. Y ahí va a seguir siempre, por más que sus heraldos sigan el mismo camino que el resto. O siempre que quede alguien para contemplarla, dirían algunos.
Pero lo cierto es que, por diversos motivos, no todos se prestan a su contemplación. Al final es una cuestión de hedonismo. Y aunque no sepan hallar en la vida más que ciertos placeres, al final serán hallados. Sucede que en ese proceso se puede llegar a infligir mucho sufrimiento, y eso es algo que la mayoría conviene en evitar. Ni siquiera en eso estarían todas las partes de acuerdo, desde que existen tendencias sádicas y/o masoquistas en las diferentes personalidades, pero al final sólo es un camino más rebuscado para el placer.
Placer, cuya búsqueda bien se sabe que es la responsable de todos los males del hombre. Al final todo es un enorme malentendido que se resuelve: no hay error o acierto ni víctima o culpable. Las cosas suceden de la única manera en que pueden suceder: sólo existen consecuencias.
Y lo demás son puntos de vista sobre ellas, unos más bienintencionados que otros. La moral, la ética, cambian mucho según lugar y tiempo. Lo que permanecen son los hechos. La ley del Karma. Es la tercera ley de Newton. Es inapelable.
Una vez entendido, junto a otros principios básicos, una línea que no conviene traspasar se configura. Sucede que al otro lado de la línea existen algunas tentaciones, más aún para los que aún no han hallado el camino: la ventaja, el abuso, el egoísmo.
Porque en realidad todo se resume al problema del yo, o del colectivo menor respecto al colectivo mayor. Y que nadie se confunda, esto no es ninguna clase de democracia, es a todas luces una férrea dictadura. Pero justa. Al final no tomas más de lo que das ni das más de lo que tomas. Volvemos a la tercera ley.
Lo propio de la inmadurez, que se caracteriza por rasgos hedonistas, es tratar de tomar más de lo ofrecido. Similar a las adicciones. Pero al final todo organismo presenta un límite natural. Y lo que termina desarrollando es, además de una dependencia, una tolerancia.
El café que es la vida, tiene un punto amargo. Y ni todo el azúcar del mundo podría borrarlo. Lejos de eso, las situaciones son relativas, a nuestra situación inmediatamente previa, en primer lugar. Con lo cual los términos absolutos van a contar poco o nada de lo que nos interesa en la parte de la percepción. Pero sí van a crear grandes desequilibrios objetivos realmente indeseables. Para todas las partes, en realidad. Con el potencial de llevar al colapso al conjunto del sistema. Al organismo, si se quiere.
Antes de eso hay que aprender a dar y a tomar, las olas han de volver al mar, no pueden ir sólo hacia arriba. Y seguramente muchos por eso prefieren la mar calma. Recuerda esto: en el mejor momento de tu vida, en el clímax de tu existencia, desde ese punto: ya sólo queda ir hacia abajo. Y, a mayor altura, más dura puede ser la caída. Es natural que los jóvenes no se dejen guiar por palabras ajenas y necesiten contrastarlas en la experiencia. Pero deberían comprobar pronto como indefectiblemente se cumplen.
Sucede que algunos, por diversos motivos, pueden necesitar más ayuda para verlo. Y, seguramente, no vean tales acciones como ayuda alguna, sino todo lo contrario.
El tiempo es quien tiene la última palabra. Y, cuanto más camino hayas andado en una dirección que no es la correcta, mayor será el camino que deberás hacer de vuelta. No porque nadie lo diga. Si no porque al final, no hay otro camino.
Comentarios
Voy a releerlo varías veces, porqué es cojonudo.
Leyendo sobre el retorno energético de toda conversión de energía en Vaclav Smil, él definía la guerra como una conversión enfocada a la destrucción, tal cómo dices. Ahora bien, tal destrucción puede ser defendible en contextos primitivos en los que posibilitaba el acceso a recursos necesarios y excluyentes. Hoy día no es así, o al menos tal retorno energético en recursos ya sabemos para donde va. Eso es evidente. Cualquier defensa de la guerra moderna es, a mi entender, moralmente injustificable.
Creo necesario harmonizar el placer con sus efectos, con sus consecuencias más allá de uno mismo. Y eso abarca desde la relación con el panadero, la relación con tu pareja o la participación en ciertas acciones aparentemente neutras en singular, pero nocivas si se generalizan. Aciertas al decir que es difícil de ver, pero hay que currar en esa dirección.
Algo de esto toco por aquí:
VÍSPERA DE LO INCIERTO.
¿Hacia dónde vamos?
¿Cómo es posible el olvido del pasado?
El pasotismo hacia todo aquello ajeno me avergüenza de ser humano.
Y entiendo sus porqués,
Se que el interés es timonel,
Mera lucha por el poder,
Continuar respirando, motor superior al mal y al bien.
No hay moral,
Jamás la habrá, al menos en este ámbito, claro está.
Esta realidad obedece a otras reglas,
Es cruda y amarga, culpa de la necedad.
Relaciones de poder, selección grupal subyugada por el beneficio personal.
Ya decían sabios que es fácil manipularlos,
Pensaron soluciones, pero erraron.
Pues estas consistían en otorgar el poder a seres humanos sin antes educarlos.
¿Qué más da si son sabios?
¿Qué más da el conocimiento sino hay virtud ni juicio recto?
Hoy no me vale el utilitarismo, hoy no me vale el balance perdida-beneficio.
Hoy grito, llanto mudo, hoy rabia rezumo.
Aun así, dicha.
A su pesar, y gracias a mí, alegría.
Pues sé que son finitos mis días,
Que no hay nube que empañe mi omnipotencia divina.
Tengo la conciencia tranquila y las manos limpias,
Pues calculo más allá de lo que dan las vistas.
Aun así, aspiro a la empatía.
Gracias a tus enseñanzas, madre mía; el dolor la acción posibilita.
Confió en la difusión de la verdad, o más bien tengo fe a la que no quiero dejar marchar.
Pero sé que esta es parcial, parte de un mirar,
Perspectiva, imagen tras el cristal.
Aunque el asesinato de un hombre es real,
El valor de una vida jamás se resarcirá,
Única y demencial verdad, razón por la que la guerra siempre se ha de condenar.
Dirán que hay sensiblería, cuando lo que hay es valentía.
Dirán que es inútil oponerse a la inercia, yo digo: cobardía.
Dirán que ocurre en la lejanía, cómo si la interdependencia fuera una invención mía.
Dirán que no está en nuestras manos, lo está la acción, no el resultado.
Y en base a ello me levanto.
Trato de abrir los ojos y salir del rebaño,
No por vanidad, tan solo porqué es necesario.
¿Por qué es necesario que la gente sepa?
Porqué el saber es antídoto al miedo y la tristeza.
Porqué darse cuenta de la consecuencia es la única manera de modificar conductas concretas.
En este mágico mundo de mierda,
En este ambiguo mundo que posibilita mi existencia hay una de cal y una de arena,
Una ambivalente valencia.
El mañana no está escrito, el fatalismo y la apelación al miedo justifican sus arbitrios.
El pensamiento contrafactual es cárcel y libertad.
Sobre él, el humano ha construido este paraíso infernal.
Una mirada ecuánime aporta serenidad,
La coherencia en el obrar y el no causar mal son mis guías:
No os dejaré marchar—clama orgullosa mi vanidad.
#1 El último verso me ha recordado a un temita más bien viejo, como ya viene siendo uno: