Aciago sufrimiento:
¿Por qué existes como tal en el mundo?
Dime, ¿es que acaso no había otra manera
de hacer las cosas?
Sufre el hombre desde el mismo nacimiento;
y tan pronto se niega a obedecer
algún mandamiento evolutivo
se ve acuciado por un tormentoso dolor:
¿es que no fue posible evitar tu
fenómeno universal?
¿no es quizás posible la vida
sin ti como compañero de viaje?
Y si es ese el caso, me pregunto:
¿para qué sirve todo ese
dolor que nos infliges?
¿para qué es útil esta sufrida vida?
Dicen que el ciclo de la vida
es nacer, crecer luego,
y finalmente reproducirse y morir;
pero se olvidan a menudo
de mencionar que todo este ciclo
va acompañado en cada instante,
aunque no siempre sea evidente,
de tu presencia, nefasto compañero.
Porque es sin duda,
y precisamente, tu penosa naturaleza
la que impele de apasionada
voluntad de lucha a todo ser animado.
Y ya que estamos:
¿cuál es el sentido de
semejante bucle eterno
de impuesto malestar?
Nadie lo sabe, y realmente pocos son
los que pueden siquiera reflexionar
sobre el asunto dada
una limitada sensibilidad.
Pero para el que así se pregunta,
para aquel que tiene el privilegio
de querer encontrar una respuesta,
y que lo hace además con honestidad;
para este hombre digo,
sí que se vislumbra ya una objetiva
resolución, a pesar de que todavía
sea parcial. Y es la siguiente:
El ciclo vital no vale absolutamente
para nada; o al menos, para nada relevante
a la propia vida como fenómeno.
Detrás de tu ser, amargo sufrimiento;
sólo encontramos al reflexionar racionalmente
una mundana ley física termodinámica que obliga a nivelar
potenciales energéticos de manera eficiente.
¡Qué destino más absurdo para
tanto dolor y lucha!
Y aunque quizás después de todo
finalmente alguna utilidad Alguien o Algo
pueda sacar de tu triste tarea,
sufrir ecuménico; no será de seguro
algo relacionado con el bien vital,
sino con alguna oscura Necesidad trascendental.
Sí; quizás Alguien se aproveche
de ti inmortal peregrino,
porque eres tú y sólo tú el impulso de la vida.
Eres la causa y el fin de nuestro ser,
causa y fin de la complejidad:
el verdadero pecado original
culpable de haber organizado el caos.
Nuestra mera existencia supone
el uso y abuso de tu ser, desagradable alentador,
como el artilugio más cruel imaginable.
Porque eso es todo lo que eres:
una herramienta;
un sombrío instrumento
del que quizás algún Ente se aproveche
en su intento de satisfacer
alguna miserable e inefable Carencia.
Posiblemente su Conciencia,
si es que algo de eso posee,
se encuentre atormentada
por tal abominable Acto de creación.
Aunque quizás sea peor si finalmente nada trascendente
hace uso de nuestro dolor. En tal caso la vida consciente
no sería más que un abominable error, una
absoluta INUTILIDAD MALIGNA natural.
Somos marionetas gimoteando en el escenario de Macbeth
atrapadas empíricamente bajo la eterna duda metafísica."
Comentarios
"El filósofo Descartes creía que había encontrado la verdad fundamental cuando hizo su famosa afirmación: "Pienso, luego existo”. De hecho había dado expresión al error básico: Equiparar pensar con ser, e identidad con pensamiento.
La identificación con la mente crea una pantalla opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquea toda relación verdadera. Se interpone entre usted y su propio yo, entre usted y su prójimo, entre usted y la naturaleza. Es esta pantalla de pensamiento la que crea la ilusión de la separación, la ilusión de que existe usted y un “otro” totalmente separado. Entonces nos olvidamos de el hecho esencial de que, bajo el nivel de las apariencias y de las formas separadas, usted es uno con todo lo que es.
“Pienso, luego existo” . Esta fue la respuesta que encontró Descartes para la pregunta "¿Hay algo que pueda saber con absoluta certeza?". Él se dió cuenta de que el hecho de que estaba siempre pensando estaba fuera de toda duda, y en consecuencia equiparó pensar con ser, es decir, la identidad – yo soy- con el pensamiento. En lugar de la verdad definitiva, había encontrado la raíz del ego, pero él no lo sabía.
Pasaron casi trescientos años hasta que otro famoso filósofo viera en aquella frase algo que Descartes, y todos los demás, habían pasado por alto. Su nombre era Jean Paul Sartre. Examinó a fondo la frase de Descartes, “Pienso, luego existo”, y de pronto se dio cuenta, según sus propias palabras, de que “la conciencia que dice`existo` no es la conciencia que piensa” , ¿Qué quería decir con eso?. Cuando eres consciente de que estás pensando, esa conciencia no forma parte del pensar. Es una dimensión diferente de conciencia. Y es esa conciencia la que dice “existo”. Si en ti no hubiera nada más que pensamiento, ni siquiera sabrías que estás pensando. Serías como un soñador que no sabe que está soñando. Estarías tan identificado con cada pensamiento como el soñador con cada imagen de su sueño. Muchas personas siguen viviendo así, como sonámbulos, atrapados en estructuras mentales viejas y disfuncionales que continuamente recrean la misma realidad de pesadilla. Cuando sabes que estás soñando, estás despierto dentro del sueño. Ha intervenido otra dimensión de la conciencia.
Las implicaciones de la visión de Sartre son profundas, pero él mismo estaba demasiado identificado con el pensamiento para darse cuenta de toda la importancia de lo que había descubierto: la emergencia de una nueva dimensión de la consciencia.
El pensador compulsivo, que quiere decir casi todo el mundo, vive en un estado de separación aparente, en un mundo enfermizamente complejo de problemas y conflictos continuos, un mundo que refleja la creciente fragmentación de la mente.
La iluminación es un estado de totalidad, de estar "en unión" y por lo tanto en paz. En unión con la vida en su aspecto manifestado, el mundo, así como con su ser más profundo y con la vida no manifestada. La iluminación no es sólo el fin del sufrimiento y del conflicto continuo interior y exterior, sino también el fin de la temible esclavitud del pensamiento incesante. ¡Qué increíble liberación!
La palabra “iluminación” evoca la idea de algún logro sobrehumano, y al ego le gusta verlo así; sin embargo, se trata simplemente de tu estado natural sentido de unión con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible, algo que, casi paradójicamente, eres tú en esencia y que, sin embargo, es mucho más grande que tú. Es el encuentro de tu verdadera naturaleza, más allá de nombres y formas. La incapacidad de encontrar esta conexión da origen a la ilusión de separación de ti mismo y del mundo que te rodea. Te percibes entonces a ti mismo, consciente o inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el temor, y el conflicto -interno y externo- se vuelve habitual.
Me gusta la sencilla manera en que el Buda define el estado de iluminación: “el fin del sufrimiento”. ¿Hay acaso algo sobrehumano en esto? Por supuesto, como definición es incompleta. Sólo te dice lo que la iluminación no es: no es sufrimiento. Pero, ¿qué es lo que queda cuando ya no hay sufrimiento? El Buda guarda silencio al respecto, y su silencio implica que tendrás que descubrir eso por ti mismo. Utiliza una definición negativa, de modo que la mente no pueda transformarlo en algo en qué creer o en algún logro sobrehumano, en una meta que te sea imposible alcanzar.
La identificación con tu mente, es lo que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo. No poder dejar de pensar es una espantosa calamidad, pero no nos damos cuenta de esto porque casi todo el mundo la sufre, así que es considerada “normal”. Este ruido mental incesante te impide hallar ese dominio de quietud interna que es inseparable del Ser. Esto también crea un falso “yo” -fabricado por la mente-, que extiende una sombra de temor y sufrimiento.
La mente es un instrumento soberbio si la usamos correctamente. Si se le usa en forma incorrecta, sin embargo, se vuelve muy destructiva. Para ser más preciso, no se trata tanto de que uses tu mente del modo incorrecto -en general no las usas para nada-. Ella te usa. Ésa es la enfermedad. Crees que eres tu mente. Ese es el delirio. El instrumento se ha apropiado de ti." (Eckhart Tolle)
Felicidad - Anthony De Mello:
Decisiones - Viktor Frankl:
Estrés - Eckhart Tolle:
El cazador y el cazado - Antonio Escohotado:
El amor según Anthony de Mello: y
Conceptos ilusorios por Anthony de Mello:
Pensamientos - Jim Carrey:
El sufrimiento y el final del sufrimiento por Eckhart Tolle:
El final del sufrimiento (texto) por Eckhart Tolle: https://queridoserhumano.blogspot.com/2014/03/el-fin-del-sufrimiento-eckhart-tolle-el.html?m=1