Hace 9 años | Por --415714-- a elsalvador.com
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Jeff DeYoung se enlistó en la Marina de Estados Unidos y durante el entrenamiento en Smithfield, Virginia, le fue asignado un perro labrador llamado Cena, cuyo trabajo era olfatear artefactos explosivos. Luego los dos pasarían nueve meses al servicio en Afganistán.

"Nuestra tarea principal era caminar 50 metros por delante del resto de la tropa, despejabamos la ruta. (Cena) siempre estaba al frente ", explicó DeYoung.

Así, el vínculo entre ambos se estrechó.

"Pasamos nueve meses en las trincheras, durmiendo en el suelo. Se bebió el agua de mi botella. Todo lo que era mío era suyo. A veces lo debía cargar para cruzar ríos. Le cubrí con mi cuerpo cuando estábamos bajo el fuego, Hicimos un vínculo como de hermanos", dice DeYoung.