MasterChef muestra las dinámicas de las relaciones en la hostelería española. Digo española porque es la única en la que he trabajado y por tanto no me atrevo a extrapolarlo fuera de España. Aunque sí que he visto películas y series que muestran caracteres igual de despiadados en los jefes y un arquetipo de camarero, que podríamos llamar Conan Hostelero, al que se le supone máxima capacidad de trabajo y mínima de queja. Así que menos fijarse en lo que pasa en un programa de tv a donde la gente va a triunfar, por muy lamentable, patético e indignante que nos parezca todo, y un poquito más de empatía con los salones, barras y cocinas de España donde la gente trabaja para sobrevivir, pero donde siempre queremos ser atendidos los primeros independiente del número de mesas por camarero o el número de personas en cocina. No estoy excusando al programa, pero estoy viendo a mucha gente que lo está criticando como una especie de rareza, o como algo que tiene que ver con particularidades de carácter y no con una forma general de hotelero en nuestro país.
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Solo digo una cosa: los alemanes de 1940 no enseñaban a sus hijos a hacer esas cosas. No sabían lo que pasaba en Austwich. Los israelíes, en cambio, lo saben todo. Ergo son peores.