Efectivamente, los humanos creamos cultura por supervivencia, como nuestra forma de organizar la colectividad y asegurar la transmisión del conocimiento a través de las generaciones. Y parte esencial de la cultura es el derecho, la elaboración de las leyes. Por eso, cuando un invento tecnológico transforma la convivencia, se crean nuevas leyes.
Ese es el motivo de que los seres humanos elaboraran el concepto de derechos de autor después de la expansión de la imprenta (aunque fuese con dos siglos de retraso) y los códigos de circulación vial después de la invención del automóvil (aun con cuarenta años de retraso). Y, tarde o temprano, de una forma u otra, regularemos la copia por internet para permitir la producción rentable (al menos, viable) de contenidos de todo tipo. Es decir, que los creadores, técnicos y trabajadores de las industrias culturales puedan vivir de su trabajo.
Aunque no se trata sólo de legislación, se trata sobre todo de educación. En USA, un país con una sana tradición liberal de respeto al trabajo ajeno y la propiedad privada, la incidencia de la piratería es mucho menor que en nuestro país, y por eso se están expandiendo rápidamente los canales de descarga legal (iTunes, Netflix). En España, tierra de pícaros y lazarillos, necesitaremos mucha educación y mucha cultura para que esto sea una realidad.
Este artículo, por cierto, bastante flojo. Y muy tramposo obviar los artículos de la Constitución Española referentes a la remuneración por el trabajo realizado (art. 35), al respeto a la propiedad privada (art. 36) y la defensa de la productividad económica (art. 38). Feo gesto no mencionarlos. Si queremos hablar del tema, siendo conscientes de que vivimos una época de cambio, tendremos que afrontarlo con seriedad y honestidad. Basta de dogmatismos de uno y otro lado.
De acuerdo con él, las industrias tienen que adaptarse. En la música, el asunto está claro: Internet como promoción y vía de descarga; para vivir: las ventas de CDs con extras para coleccionistas y, sobre todo, los conciertos. El problema está en el audiovisual, que además tiene unos costes de producción (en general) mucho más altos que los de la música. ¿Cómo hacer que un formato tan caro como el cine, los videojuegos o la ficción televisiva de calidad ... sean viables (ya no digo rentables)? No hay un equivalente cinematográfico a los conciertos porque el audiovisual siempre se difunde por copia, no hay versión "live".
A este Tote habría qué preguntarle qué pasaría si decidiéramos todos colarnos sin pagar en sus conciertos. Igual cambiaba entonces de opinión. En definitiva, que para el audiovisual la transformación tiene que venir por otra vía. Y esa vía tendrá que pasar por el respeto al trabajo ajeno y la educación de pagar (aunque sea mucho menos, eliminando intermediarios) por el disfrute de la copia. Sin eso, el audiovisual será inviable. Creo que todos debemos pensarlo seriamente ...