En el año 541 la plaga de Justiniano arrasó Constantinopla y se convirtió en una de las peores pandemias de la Historia. Dos cadáveres de la época permiten reconstruir el genoma de aquel patógeno, 1.500 años después. El análisis de ADN antiguo ha permitido demostrar que Procopio, el historiador, no siempre era fiable
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