Hoy en día la legislación sobre las separaciones y divorcios está más que estipulada y regulada pero en la Inglaterra del siglo XVIII y XIX era un lujo que sólo los ricos y poderosos se podían permitir. Cuando un matrimonio de gente humilde se rompía o simplemente eran infelices, sólo había dos soluciones: aguantar y hacer de tripas corazón o vender a la esposa.
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