Me decía el lector que él tenía varios pisos alquilados, y que rechazaba sistemáticamente como inquilino a todo el que le pareciese procedente de algún país exótico. La cuestión, para él, era que pagasen, y si pagaban y le respetaban el inmueble, le daba igual que fueran negros, amarillos, pieles rojas o verde pistacho. A lo único que le miraba el color era a los billetes...
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