No es nuevo que diversos gobiernos están poniendo en marcha planes para extender la fibra óptica por sus respectivos países. Ni tampoco que tiran de la chequera pública para financiar sus proyectos. Lo que no es tan frecuente es que mezclen inversión pública y solidaridad entre conciudadanos para que los habitantes de las zonas donde a duras penas llega la red fija puedan conectarse a Internet con anchos de banda inimaginables.
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