El desastre económico no es ajeno, según coinciden los expertos, a la crisis ética que arrancó en los años ochenta. El punto de partida, según el análisis que realizan los profesores universitarios consultados, es que no hay que inventar nada nuevo sino desempolvar los viejos valores –entendidos en un abanico muy amplio– abandonados en los trasteros durante décadas.
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