Hasta finales de la década de los 70 los cuerpos rocosos del Sistema Solar a excepción de la Tierra, sobre todo las lunas de los gigantes gaseosos, eran considerados cuerpos “fríos” e inertes, sin una actividad geológica apreciable, puesto que por su pequeño tamaño deberían de haber perdido todo el calor remanente de su formación mucho tiempo atrás. Pero esta visión cambió radicalmente el 8 de Marzo de 1979 .
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