Nació y jugó en la primera mitad del siglo XIX. Nunca fue campeón del mundo, por la sencilla razón de que aún no existía un campeonato del mundo como tal. A los nueve años era uno de los mejores jugadores de su ciudad y a los doce fue capaz de vencer a uno de los ajedrecistas más reputados del mundo. A los veinte años fue unánimemente reconocido como el mejor jugador del planeta… y tras competir durante sólo unos meses se retiró para siempre.