Decidimos no quedarnos con los brazos cruzados. Quizá los accionistas de Público dejaron de creer en el diario, pero nosotros nunca lo hicimos. Durante casi cinco años, escribimos en sus páginas sobre trabajo digno, contra la desregulación del mercado laboral y los especuladores. Y, de repente, nos tocó sufrir la falta de coherencia de los editores del periódico más a la izquierda del panorama mediático español.
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