Afirmar que Matteo Salvini, Boris Johnson, Donald Trump o Marcos de Quinto, nuestra última aportación a la incompetencia ambiental, son idiotas, pese a que lo parezcan a menudo, sería un error. Se trata de personas que han reemplazado una parte de su inteligencia, que sin duda tienen en el coeficiente que sea, por las tripas y que, por algún motivo, no logran expresarse en toda la potencialidad de sus capacidades. En los cuatro casos escogidos –porque hay más– prima un narcisismo patológico.
Diagnóstico sobre de Quinto y sus salidas de tono: toda su vida como cúspide de una gran empresa, acostumbrado a que todo su entorno le pelotee sin descanso, jamás le hagan abiertamente frente, nadie ponga en duda sus ocurrencias. De repente llega a la política, y todo el escudo protector que le otorgaba su posición jerárquica desaparece de golpe, se encuentra enfrentado a que ya no le ríen las gracias y le señalan sin contemplaciones las gilipolleces que pueda decir. No digiere bien la nueva situación y acaba rebuznando inconveniencias como la de la semana pasada.
De hecho, él mismo lo insinua en algún tuit, cuando dice "ni me acostumbro ni me quiero acostumbrar a los insultos. A quien no le guste lo que escribo, que no lo lea". Lo dice el mayor insultador de los últimos siete días, confirmando que no sabe tratar a quien le lleva la contraria.
"Se trata de personas que han reemplazado una parte de su inteligencia, que sin duda tienen en el coeficiente que sea, por las tripas y que, por algún motivo, no logran expresarse en toda la potencialidad de sus capacidades."
Sus votantes también.
Comentarios
dupe 3172858
Diagnóstico sobre de Quinto y sus salidas de tono: toda su vida como cúspide de una gran empresa, acostumbrado a que todo su entorno le pelotee sin descanso, jamás le hagan abiertamente frente, nadie ponga en duda sus ocurrencias. De repente llega a la política, y todo el escudo protector que le otorgaba su posición jerárquica desaparece de golpe, se encuentra enfrentado a que ya no le ríen las gracias y le señalan sin contemplaciones las gilipolleces que pueda decir. No digiere bien la nueva situación y acaba rebuznando inconveniencias como la de la semana pasada.
De hecho, él mismo lo insinua en algún tuit, cuando dice "ni me acostumbro ni me quiero acostumbrar a los insultos. A quien no le guste lo que escribo, que no lo lea". Lo dice el mayor insultador de los últimos siete días, confirmando que no sabe tratar a quien le lleva la contraria.
No tengo pruebas pero tampoco dudas.
"Se trata de personas que han reemplazado una parte de su inteligencia, que sin duda tienen en el coeficiente que sea, por las tripas y que, por algún motivo, no logran expresarse en toda la potencialidad de sus capacidades."
Sus votantes también.