El ejército de rebeldes bisoños adolece de adiestramiento de un modo flagrante. Juegan con las granadas; sonríen cuando apuntan a cualquiera involuntariamente, no siempre con el seguro puesto; y son muy pocos los que visten uniformes. Y cuando lo llevan, muchos calzan zapatillas deportivas, algunas plateadas de marca prestigiosa. Se enfrentan a un número inferior de soldados o paramilitares de fidelidad perruna a Gadafi, pero mucho mejor armados. Fusiles es lo único que sobra a los insurgentes. De lo demás andan escasos...
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