Un día trabajar la tierra había dejado de ser un negocio productivo, así que los terrícolas cubrieron el campo de cemento y levantaron encima ciudades. Pensaron que en sus islas de asfalto y adoquines hallarían un futuro más próspero y rentable, y por eso se esmeraron en sepultar flores y huertos, árboles y ríos, césped y piedras, y hasta el último grano de arena.