Los bancos españoles colocaron cerca de 12.000 millones de euros en participaciones preferentes entre sus clientes en los últimos 3 años. La política de comercialización era clara: un interés gancho el primer año (que alcanzaba el 7% o el 8% en algunos casos) y luego un Euribor más diferencial para los siguientes. Realmente las preferentes son una deuda perpetua, lo que significa que el banco no tiene porqué devolver el capital inicial si no quiere. El problema del producto es que muchos de los inversores tenían un perfil conservador y creían
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