Publicado hace 12 años por harlam a intransit.blogs.nytimes.com

El verano pasado, Andreas Richter, un programador informático de 28 años de edad que vive en Berlín, quería desprenderse de algunas cosas: ropa, DVDs, y un juego de vasos. No quería tirarlas (estaban en perfectas condiciones), pero tampoco quería tener que quedar con gente para darlas o ir a correos por un par de camisetas. En vez de eso, sacó sus herramientas y construyó una estructura del tamaño de una cabina telefónica a la que denominó “Givebox”. Visto en http://www.sindinero.org/blog/archives/4722

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Traducción completa :

El verano pasado, Andreas Richter, un programador informático de 28 años de edad que vive en Berlín, quería desprenderse de algunas cosas: ropa, DVDs, y un juego de vasos. No quería tirarlas (estaban en perfectas condiciones), pero tampoco quería tener que quedar con gente para darlas o ir a correos por un par de camisetas. En vez de eso, sacó sus herramientas y construyó una estructura del tamaño de una cabina telefónica a la que denominó “Givebox”, en su calle en Mitte (Steinstrasse 37b). Desde entonces, el proyecto ha adquirido un aspecto más interactivo y se ha expandido a otros barrios e incluso a otras ciudades.

La idea de la Givebox, a la que la novia del Sr. Richter, Lena Issa, sugirió decorar con papel de empapelar, consiste en que la gente deje y se lleve objetos, de forma anónima y gratuita. El concepto se ha “viralizado”, añadiendo los fans del mismo otros tres lugares en Berlín, así como Giveboxes en ciudades como Viena y Hamburgo.

“Es parte del espíritu de la época”, dijo Richter. “Todos afrontamos esta mala situación económica en la que cada vez es más difícil sobrevivir. Pero al mismo tiempo, forma parte de los tiempos que corren el tener un montón de cosas que no necesitamos. La gente está feliz por deshacerse de ellas.”

El sistema se basa en la confianza, con resultados sorprendentemente positivos. Vecinos entusiastas narran historias de hallazgos casuales, como un par de vaqueros G-Star RAW que les quedaba perfectamente a quien se los llevó. Tambien comentan con satisfacción que se habían llevado todo lo que dejaron en la Givebox, desde un libro de poemas de amor, pasando por unos zapatos, hasta unos jarrones de flores.

“Es una idea maravillosa”, dijo Cathrin Barthel, que estaba echando un ojo en la Givebox de Steinstrasse, donde dijo que había dejado y encontrado ropa, incluyendo el suéter gris que llevaba. “Una de las mejores cosas de esto es que te da la oportunidad de hablar con tus vecinos.”

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Eso en España no dura ni medio minuto.