No existen todavía películas de ficción relevantes sobre la opresión etarra en el País Vasco. Falta una dramatización del miedo de casi todos y de la sórdida complicidad de los más viles. ¿Por qué no son más abundantes y, sobre todo, por qué no se ocupan más de la sociedad atacada en lugar de preferir como protagonistas a los atacantes? De modo que bienvenida sea la honrada e incluso arriesgada película "Todos estamos invitados", de Manuel Gutiérrez Aragón.