A menos dinero, más riesgo. Hoy, subir al Everest ya no es una cuestión de mérito alpino y de buenas relaciones con el grupo –lo cual tampoco fue nunca garantía absoluta de éxito ni de ausencia de problemas–, sino de dinero: los servicios comerciales “turísticos” comienzan en unos 8.000 dólares y pueden llegar a alcanzar los 60.000. El afortunado gastador de esta última cantidad sólo tendrá que hacer por sí mismo sus necesidades y poner un pie delante de otro: un guía le cuidará y un sherpa le cambiará la botella de oxígeno cuando se gaste.
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