Rupérez asume y explica que la igualdad entre los Estados es una mera ficción, apenas sostenible al crearse la ONU en 1946 y ciertamente irreal en 2009 con casi 200 Estados acreditados en Nueva York. La ONU no sirve ningún idealismo sino que se limita a seguir el rumbo que le marcan quienes en ella tienen vara alta; y del mismo modo, aunque con un nuevo lenguaje onusino, las relaciones entre los estados están marcadas hoy como siempre por las distintas relaciones de fuerza y de interés.
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