Alguien tenía que decir que el emperador estaba desnudo y ese alguien ha sido Francisco González, presidente de BBVA. Después de casi dos años de negar la evidencia, de ocultar los problemas debajo de la alfombra y de aplicar la estrategia de la patada a seguir, por fin un miembro de la banca española se atreve a llamar a las cosas por su nombre: ha decidido sacrificar por completo
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